‘La Amenaza Amarilla’ (I) – 1957-1964

En los años cincuenta del siglo pasado la industria fotográfica germana era dominante, y sin embargo, una 'amenaza amarilla' se cernía sobre unos planteamientos arraigados quizá excesivamente inmovilistas.

En los años cincuenta del siglo pasado (1), tres amigos disfrutábamos de –entre otras– ciertas aficiones comunes, como eran la de los trenes –los de verdad y los “eléctricos” en escala H0– y también, muy especialmente, de la fotografía. Esto último lo hacíamos sobre todo relacionado con una cierta forma de lo que luego se llamaría “trainspotting” (2), u observación de la actividad en los ferrocarriles. Todo ello en la ciudad guipuzcoana de San Sebastián.

Y todo, claro está, lo hacíamos con la inocencia y la falta de conocimiento inicial de unos “chavales” del entorno de los 11 años… “de los de entonces”, en un mundo sin Internet, sin televisión, y con muy pocos libros. Pero, por otro lado, con una determinación por aprender, que de alguna manera influyó poderosamente en la vida de más de uno de nosotros tres.

Mi Kodak Vest Pocket Series III Autographic, una pequeña cámara que usaba –y puede usar– rollos en formato 127 © Valentín Sama

Creo recordar que Álvaro utilizaba o al menos tenía acceso a una Foca, y estoy seguro de que Pedro Mari –la familia tenía “posibles”– disponía de nada menos que una Kodak Retina Réflex III (3), mientras que yo, por mi parte, disponía inicialmente de una vetusta Vest Pocket de Kodak, pero pronto se me permitió acceder a la Kodak Retina Ib, “la cámara buena de la familia”.

Fotografiábamos en blanco y negro y pronto aprendimos –no sin grandes y graciosos tropiezos– a revelar nuestros rollos de película y a realizar nuestras copias sobre papel. Para los negativos de formato medio de la Vest Pocket hacíamos contactos y para los de 35 mm, utilizábamos una rústica ampliadora que recuerdo venía en un maletín verde, dotada de un objetivo muy elemental de diafragma fijo. Pero cabalgábamos. Para enfrentarnos a esos avatares, disponíamos de un tesoro: la “Foto Enciclopedia Daimon”, de una colección de libros que –entre otros– incluía los títulos:

  • El libro de los novios
  • Guía de la elegancia
  • Amor y vida conyugal
  • Mientras el médico llega
  • Diccionario de la mujer
  • Maternidad sin dolor
  • Lo que toda mujer debe saber
  • Juventud y belleza

Como puede verse, íbamos bien preparados y –bromas aparte– el librito de 281 páginas no solo estaba bastante bien, sino que todavía, ahora, lo consulto de vez en cuando para cuestiones de fórmulas de laboratorio. Ya desde 1952 existía la revista Arte Fotográfico, y también aprendimos cosas de ella, sobre todo –para bien y para mal– “lo que se llevaba”, a nivel de concursos de fotografía.

La Foto Enciclopedia Daimon, mi fiel Kodak Vest Pocket y una prensa de contactos… © Valentín Sama

Lo fundamental, lo aprendimos entonces, a coscorrones, con un notable número de errores más que de aciertos: todo lo relacionado con la profundidad de campo y la hiperfocal, cómo fotografiar objetos en movimiento –con o sin barridos–, cómo exponer por estimación con las pequeñas tablas que acompañaban a las películas, o apoyados en la tarjeta cuidadosamente escrita a mano por el amable dependiente de turno de “Foto Maturana”… No deja de ser curioso, que parte de esas artes “arcanas” –y especialmente el tema hiperfocal– resulte absolutamente incomprensible para algunos de los actuales creadores de “spam digital”…

La ciudad de San Sebastián daba para mucho, y aparte de bañarse en “La Concha” –Ondarreta se consideraba que era para “pijos y veraneantes”; sinónimos a la sazón, y la playa artificial de Gros (Zurriola) todavía no existía–, caminar por montes y sacar algo de comer y beber por la cara y un poco de labia de las “etxekoandre” en los caseríos (4), pescar y perpetrar diversas trastadas con escopetas de aire comprimido, quedaba ver trenes y fotografiar. Y sobre todo, compartir resultados, experiencias y –¡cómo no!– ya entonces, también hablar de aparatos y soñar –unos más que otros– con cámaras mejores.

La palanca para el avance de la película y armado del obturador ubicada en la parte inferior, era un rasgo característico de la mayoría de las cámaras Kodak Retina, en este caso una Retina Reflex III y una Retina 1b © Valentín Sama

La Kodak Retina Reflex III de Pedro Mari, junto con las Bessamatic de Voigtländer eran el tope de gama de lo que se podía disponer en la época, sin entrar en el mundo de las telemétricas –que no acabábamos de comprender– y que para nuestro gusto carecían de las ventajas de las réflex… tipo de cámara que, para más INRI, ¡”dos tercios” de nuestro grupo no poseíamos!

Kodak Retina Reflex III: el tope de gama de las Retina de la época: óptica intercambiable, exposímetro Gossen acoplado… © Valentín Sama

Por eso, cuando apareció, en 1958-1960, comenzamos a soñar con la Zeiss Ikon Contarex, que superaba ampliamente a las Retina Réflex y Bessamatic. Ni que decir tiene que era totalmente inalcanzable para nosotros, pero en nuestras charlas, evaluábamos sesudamente sus ventajas, así como las potenciales de algo totalmente inaudito para la época y recientemente presentado por Voigtländer: ¡un objetivo zoom!

La Kodak Retina Ib

A pesar de una cierta modestia –el visor es óptico, sencillo, el enfoque es por estimación y carece de exposímetro– la Kodak Retina Ib es una cámara de alta precisión. Es una pequeña “folding” para 24 x 36 mm sobre película de 35 mm, y está dotada de un Schneider-Kreuznach Retina-Xenar 50 mm f/2,8 (5) montado sobre una obturación central Synchro-Compur con tiempos de 1/500 s a 1 segundo, además de “B”. El diafragma –de cinco palas– cierra hasta f/22 con medios clics, y si se desea, una vez elegida una combinación de valor de abertura y tiempo de obturación, al variar este último valor, el de la abertura cambia automáticamente. Y, por si fuera poco, esas combinaciones se marcan en rojo, en la parte inferior del aro, como valores EV / LV.

Dos Kodak Retina 1b nos dejan ver la mayoría de sus particularidades. A pesar de su relativa modestia, eran cámaras de altísima precisión © Valentín Sama

En cuanto al enfoque, tal como he avanzado, es por estimación y la escala ofrece valores para: ∞; 20 m; 10 m; 6º m; 4 m; 3º m; 2,5 m; 2 m; 1,7 m; 1,5 m; 1,2 m; 1 m y 0,9 m. Ello va acompañado de una maravillosa escala de profundidad de campo, con todos los valores, excepto el de f/4. Sendas pequeñas marcas cerca de las de 6 y 3 metros sugieren ajustes de hiperfocal para f/8 y f/22 respectivamente. No falta tampoco la indicación para película infrarroja ni la rosca para filtros o el autodisparador, así como la sincronización para flash X-M. El enfoque es de gran suavidad y se realiza desplazando todo el bloque del objetivo, no solo la lente frontal como es el caso de algunos objetivos más baratos.

Kodak Retina 1b, plegada. Sumamente compacta © Valentín Sama

La realidad es que pienso que si la cámara hubiese sido más sofisticada –quizá con telémetro y cambio de óptica– no hubiese aprendido todo lo que aprendí con ella, sin olvidar el suavísimo disparo, sin trepidación y prácticamente inaudible. Al igual que todas las de la saga Retina, el avance de la película y el armado del obturador se realiza con mucha facilidad y rapidez mediante una palanca de original diseño, situada en la parte baja.

Pero, además, como correspondía a una cámara de calidad y precisión germana, la Kodak Retina Ib incorporaba… ¡”óptica azul”!

“Óptica azul”

Para poder situarnos en contexto, hay que recordar que estamos en 1957 y que la Kodak Retina Ib se produjo entre 1954 y 1957, al tiempo que el modelo anterior –la Retina I– se produjo entre 1945 y 1949, seguida de la Retina Ia entre 1951 y 1954; en ese modelo no todas las variantes incorporaban la comentada “óptica azul” o, dicho de otra forma: una óptica con capas antirreflejantes en sus lentes.

Esto ocurría no solo en las cámaras Retina, sino en una gran parte de aquellas producidas hasta esas fechas, incluidas las de marcas tan prestigiosas como Leitz (Leica) y Zeiss Ikon, por poner sólo un par de ejemplos. Los revestimientos contra los reflejos –disponibles a nivel civil sólo desde aproximadamente 1935– apenas habían sido popularizados y eran costosos, y son precisamente esos revestimientos los que –por reflexión– producen esa tonalidad azul característica en todos aquellos objetivos que incorporaban esa mejora por esas décadas.

Una Leica IIIa (1935-1948). El objetivo Summar 50 mm f/2 (1933-1940) no incorporaba revestimientos antirreflejos © Valentín Sama

En la fotografía de arriba –aunque parezca lo contrario, es en color– podemos ver que el objetivo retráctil Summar 50 mm f/2 es “blanco”, sin revestimientos antirreflejos. Como curiosidad para coleccionistas, el vidrio óptico de la lente anterior de los Summar es muy blando y la mayoría tienen “marcas de limpieza”, esto es, multitud de microarañazos. Este de la muestra es una rareza, por estar impecable.

Pronto, el que una cámara incorporase “óptica azul” se convirtió en argumento de peso en el punto de venta para decantar la compra en un sentido o en otro. De hecho, más de un modelo de cámara germana se podía adquirir a distintos precios, con diferentes ópticas –en esquemas de tres o cuatro lentes– así como con o sin óptica azul, y entre ellas las Kodak Retina I anteriores a la Ia y Ib (6).

Tres objetivos, de diferentes fabricantes, dejan ver los primeros revestimientos –más o menos tímidos– de “óptica azul” © Valentín Sama

En la fotografía podemos ver un Xenon 40 mm f/1,9 (1952) para Robot, un Biotar 58 mm f/2 (1940-1951) y un Primoplan 58 mm f/1,9 (1936-1951), ambos para Exakta. Los tres incorporan ya óptica “tratada”, esto es, “óptica azul”, y además lo exhiben –de forma discreta pero orgullosa– a través de la letra “V” en dos casos –”Vergütet” = “mejorado/revestido”, en alemán– y de la “T” en el caso de Carl Zeiss Jena. Zeiss conservaría la “T” añadiendo un asterisco “T*”, para sus multirrevestimientos. Todas esas marcas, van en rojo, para una más fácil identificación.

Como es sabido, los revestimientos antirreflejos, al reducir el efecto degradante de la luz parásita, reducen la pérdida de contraste por flare y mejoran la transmisión de luz hacia la película. Se consideraba –sin ser totalmente cierto– que disponer de óptica azul era imprescindible para fotografiar en color. Si bien desde aproximadamente 1936 ya se comercializaban películas en color, en España, en los años cincuenta, todo era en gama de grises, y no hablo solo de fotografía (7).

Pero vamos, si querías hacer fotografía con algo de seriedad, tu cámara tenía que ofrecer óptica azul y naturalmente el Schneider-Kreuznach Retina-Xenon 50 mm f/1,9 que equipaba como estándar la Retina Reflex III del amigo Pedro Mari, era de óptica azul… ¡faltaría más!

Y en este contexto, en el que –aunque razonablemente satisfechos con nuestras cámaras– soñábamos con artefactos tales como la citada Zeiss Ikon Contarex, comenzaron a llegar a España las primeras cámaras japonesas.

Del azul al amarillo

Hacia 1958-59, los tres amigos observamos algo insólito en las páginas de la revista Arte Fotográfico, que seguíamos de forma irregular, ya que nuestra paga semanal no nos permitía comprarla todos los meses ni mucho menos: comenzaron a anunciarse unas nuevas cámaras, que venían… ¡nada menos que de Japón! Entre esas cámaras, que pronto comenzaron a llegar a las mejores tiendas de La Bella Easo, además de la Yashica Minister, de carácter relativamente sencillo, había otras tales como la Asahi Pentax y la Canonflex R2000, réflex monoculares con cambio de óptica. No solo se ofrecían a mejores precios que las cámaras germanas, sino que montaban en muchos casos, obturadores planofocales más rápidos, con tiempos de 1/1.000 s o de incluso 1/2.000 s, donde la mayoría de las SLR al uso llegaban a 1/500 s. Nos resultaba asombroso…

Pero para los escasos conocimientos que teníamos esos chavales de ya unos 13 años había unos cuantos factores que nos hacía desconfiar de esas cámaras –incluyendo el menor precio– y sobre los que discutíamos, si no con mucha vehemencia, sí con bastante seriedad. El más importante era que –en cámaras como la Asahi Pentax, por poner un ejemplo– la óptica no era “azul”, sino… ¡amarilla!

Una Asahi Pentax “original”, de 1957, con los característicos revestimientos amarillos en su objetivo Auto-Takumar © Valentín Sama

En una cultura en la que si tu cámara no montaba óptica azul, no tenías lo que había que tener, aquello nos mosqueaba mucho y además lo de que precisamente fuese amarillo en producto nipón nos olía a una cierta frivolidad… A ello se sumaba que en esa época los productos japoneses no tenían muy buena fama en lo que a calidad se refiere a lo que se sumaban ciertos reproches –justificados– de “copiones”.

La realidad es que el color –por reflexión– de las capas antirreflejos depende de la clase y combinación de los óxidos minerales aplicados, y no transcurrió mucho tiempo hasta que esos y otros revestimientos de las ópticas japonesas demostraron ser al menos tan eficaces y en ocasiones superiores a los tradicionales “azules” germanos, si bien –todo hay que decirlo– no todas las ópticas niponas eran de revestimientos amarillos, compartiendo territorio también con los azules.

A España, especialmente al desaparecer en 1960 –durante un corto tiempo– el impuesto de lujo correspondiente (8), llegaron pronto cámaras de marcas tales como Canon, Kowa, Minolta, Miranda, Nikon, Petri y Yashica entre otras muchas, pero fueron las Asahi Pentax de las primeras en llamar la atención de los mejores aficionados.

Si analizamos las principales marcas de cámaras utilizadas por los fotógrafos de colectivos tales como AFAL y la Escuela de Madrid, encontramos principalmente las Leica, Rolleiflex, Contax y –para gran formato– las Linhof, con el añadido de algunas exóticas, con la Hasselblad Super Wide (Paco Gómez) y alguna simple Kodak Retina o similar. Pero también comenzaron a verse –en los grupos de esos y otros importantes fotógrafos de la época– alguna que otra réflex japonesa, y una de las más apreciadas fue la Asahi Pentax Spotmatic de 1964.

Pentax Spotmatic

De la rápida evolución de la SLR japonesa y más concretamente de las Asahi, puede dar fe el siguiente dato: desde la introducción de la primera Asahiflex, la Asahiflex I (1951), a la primera Asahi Pentax (1957), hubo cuatro modelos o variantes, y desde esa Asahi Pentax original de 1957 hasta la Pentax Spotmatic (1964), se presentaron ocho modelos, sin contar con las variantes norteamericanas de Honeywell… ¡y nos quejamos ahora del ritmo de introducción de nuevos modelos de cámaras digitales! Sin embargo, de lo acertado del diseño de la Pentax Spotmatic nos habla que hubieron de transcurrir ya siete años hasta que se introdujese la Pentax Spotmatic II, con solo muy ligeras mejoras (9).

De la Asahi Pentax original a la Pentax Spotmatic © Valentín Sama

Dejando a un lado lo más anecdótico de la Pentax Spotmatic –nunca tuvo medición puntual o “spot”, aunque sí su prototipo–, los puntos fuertes de la cámara eran:

  • Sistema réflex con ópticas de montura de “rosca universal” M42 –múltiples focales disponibles–
  • Diafragma de cierre automático al valor preseleccionado –enfoque a plena apertura–
  • Exposímetro incorporado TTL con medición a valor de abertura de trabajo –20 a 1.600 ASA–
  • Espejo de retorno instantáneo de funcionamiento relativamente suave
  • Visor de mucha calidad, con distintas ayudas de enfoque, incluyendo micropriosmas
  • Palanca de avance rápido
  • Obturación hasta 1/1.000 s
Pentax Spotmatic: una de las SLR clásicas más elegantes… © Valentín Sama

Todo ello iba incorporado en un cuerpo muy estilizado, elegante, que brindaba a la cámara un toque “ZEN”. No es de extrañar, que a pesar de las preferencias de los grupos de fotógrafos de élite antes citados por las costosas cámaras germanas de alto nivel, poco a poco las Pentax Spotmatic fuesen haciéndose su lugar (10). Su objetivo estándar Super-Takumar 55 mm f/1,8 seguía –por cierto– luciendo sus revestimientos antirreflejos amarillos, al igual que –por ejemplo– el Super-Takumar 85 mm f/1,9 o el Super-Takumar 50 mm f/1,4.

De Takumar a Super-Multi-Coated Takumar

Encontraremos objetivos Takumar, Auto-Takumar, Super-Takumar y Super-Multi-Coated Takumar… pero ¿cuáles son sus diferencias? Desde mi punto de vista, el fenómeno más interesante, fue la introducción en 1971 de los Super-Multi-Coated Takumar, los primeros objetivos con revestimientos antirreflejos multicapas de la historia… ¿o no?

En ese año 1971, las revistas norteamericanas especializadas, tales como Popular Photography, Modern Photography, etc., incorporaron importantes publirreportajes, de hasta tres y cuatro páginas por ejemplar mensual, en el que se explicaban con todo detalle los fundamentos técnicos de la nueva tecnología y sus evidentes ventajas. En Asahi Optical Co. (Asahi Pentax) realmente fueron pioneros al menos en esa parte de la comunicación, pues los Super-Multi-Coated Takumar pronto arrasaron en el mercado… ¡Y ello con gran enfado de Zeiss Ikon, donde adujeron que “ellos” ya estaban aplicando ese tipo de tratamiento sin publicitarlo! Un detalle más –a mi juicio, de ser cierto– de que la industria alemana no era consciente de “lo que se le venía encima”.

Distintas series de objetivos Asahi Pentax Takumar, con sus correspondientes revestimientos antirreflejos © Valentín Sama

Con los multirrevestimientos, el color amarillo de las ópticas desapareció, pasando a ser de tonalidades púrpura-verdosas, más en la línea de lo que solemos ver hoy en día en las ópticas modernas. Los objetivos de esta serie venían dotados, además, de una leva adicional, que permitía la medición a plena apertura con el nuevo modelo Spotmatic II.

En la imagen, podemos ver, a la izquierda en la parte superior, un Super-Takumar 85 mm f/1,9 con los primeros revestimientos amarillentos, acompañado, por debajo del mismo por un Super-Macro-Takumar 50 mm f/4 ya con revestimientos más avanzados, seguido, a la derecha, por el Super-Multi-Coated Takumar 135 mm f/3,5 y el Super-Multi-Coated Takumar 28 mm f/3,5, ambos ya con las tonalidades a las que estamos acostumbrados en la actualidad para la mayoría de ópticas multirrevestidas.

La Amenaza Amarilla se concreta

Pero, tal como he avanzado en otros artículos anteriores, la “amenaza amarilla” iba más allá del anecdótico color de los revestimientos y la industria fotográfica alemana, dormida en unos “laureles” por otro lado muy germánicos, reaccionó tarde y mal al desembarco de cámaras japonesas, que ofrecían una calidad suficiente, con diseños menos complicados que requerían menos piezas, eran –en su caso– de más fácil reparación y se ofrecían a precios más atractivos, a lo que se sumaban avances técnicos, tales como el espejo de retorno instantáneo y medición TTL.

Todas aquellas marcas míticas de cámaras fotográficas alemanas –Francke & Heidecke (Rollei) Zeiss Ikon, Voigtländer, Exakta (Ihagee), etc.– más pronto que tarde dejaron de fabricar cámaras (11), y de hecho, hoy, fabricantes de ópticas como Zeiss y Voigtländer lo hacen principalmente a través de la firma japonesa Cosina. Pero creo que veréis que existe un notorio fabricante de cámaras alemán que desde 1925 aproximadamente sigue en la producción de estas…

Una Leica CL, “Made in Japan for Leitz Wetzlar”. Aunque el objetivo “oficial” es un Summicron 40 mm f/2, aquí aparece con el clásico Summicron-M 50 mm f/2 para el que el visor también ofrece marcos luminosos © Valentín Sama

En efecto: desde aproximadamente 1973 Leitz y la japonesa Minolta establecieron una colaboración tecnológica, cuyo resultado más evidente fue la cámara Leica CL y la serie de cámaras SLR para 35 mm iniciada con la Leica R3. Fruto de esa colaboración fueron también los objetivos catadióptricos –”de espejos”– Telyt-R 500 mm f/8 y el RF-Rokkor 800 mm f/8, del entorno de 1980. Posteriormente, como ya es sabido –por más reciente– Leica Camera AG ha sabido establecer relaciones de colaboración con PanasonicHuawei, y muy recientemente con Sigma e incluso con Zenit de KMZ (12).

Actualmente, Leica sigue fabricando –entre otras– cámaras de la serie M, iniciada en 1954 con la M3, como heredera de la saga de las Leica de rosca. Si esa permanencia en el mercado de este fabricante europeo de cámaras se debe, bien a haber sabido tejer alianzas con fabricantes orientales, bien a haber mantenido a ultranza los estándares de calidad de la serie telemétrica Leica-M, bien a la inclusión en el porfolio de las llamadas “sport-optics”… lo saben solo los expertos. Pero sin embargo, ahí sigue Leica, ampliando gamas hacia la cinematografía y con nuevas instalaciones.

¿Una nueva amenaza amarilla?

En todo caso, veréis que he titulado este artículo “La Amenaza Amarilla (I) – 1957-1964”, ciertamente jugando un poco con las palabras. Si todo cuadra –tal como espero–, en un próximo artículo podré poder justificar ese “(I)” del título aportando una “versión II” del tema.


(1) Entre 1954 y 1964

(2) Nada que ver con el tema de la famosa película de Danny Boyle…

(3) Además del Schneider-Kreuznach Xenon 50 mm f/1,9 disponía de un angular Curtagon y de un Tele-Xenar de la misma compañía.

(4) Jose Mari Losa, todavía gran persona, era el mejor en ese terreno.

(5) Equivalente al Tessar, un esquema 4/3.

(6) Por increíble que parezca, he contado hasta 51 variantes sumando las Retina I y Ia si se tienen en cuenta combinaciones de distintos objetivos y obturadores.

(7) Desde 1936 ya se disponía de películas en color –Kodak, Agfa…– pero en España, pocos o casi ningún aficionado disponía a la sazón de recursos para fotografiar en color. Mi primer Kodachrome –¡de 11 ASA!– lo disparé en 1963. Con mi fiel Retina Ib, naturalmente.

(8) En 1969 se volvió a aplicar: un 58,4% para cámaras fotográficas y un 84,8% para “tomavistas”; superior a otros artículos como por ejemplo joyería (47%), peletería (60,88% y escopetas de caza (48,12%).

(9) Se amplió la escala ASA y se rompió la bella línea de la cámara añadiendo una zapata para flash.

(10) La Nikon F (1959) también “estaba ahí”, pero fue adoptada más por parte de los profesionales que de los aficionados.

(11) Las que más sufrieron fueron las SLR para 35 mm y así, la Zeiss Ikon Contarex (Super Electronic) y las Icarex llegaron hasta poco más de 1972; la Exakta RTL 1000 –una suerte de Praktica– hasta 1970; la muy avanzada –pero poco exitosa– Rollei SL2000F, hasta 1984; Voigtländer acabó comercializando en 1976 la VSL1 TM, una Chinon “rebadged”. No se trata de una lista completa, pero pienso que nos hacemos una idea…

(12) Zeiss acaba de anunciar, en la Photokina 2018, su primera cámara digital, la ZX1, fruto de la colaboración –igualmente– con un fabricante japonés.

8 Responses

    1. Afirmativo. Muchos de los objetivos luminosos de esa época usaban vidrios con Torio y otros materiales de baja emisión. Curiosamente, no disponemos de ninguna unidad del Takumar 50 mm f/1,4, por lo que no lo hemos podido medir.

      El más popular es el Aero-Ektar de Kodak para cámaras de 4×5″. En las mediciones hechas por nosotros, el contador lo acusa con alegría, pero el nivel solo sería peligroso si duermes con el objetivo debajo de la almohada durante muchos años.

      Esa radiactividad es la responsable de la tonalidad amarillenta interna (nada que ver con los revestimientos) que muestran algunos de esos objetivos con el paso del tiempo.
      Casi todos los fabricantes usaban esos recursos, entre ellos Olympus para su OM Zuiko 55 mm f/1,2.

      1. Gracias por aclararlo, resulta que yo aprendí con la Pentax y ese maravilloso 50 1.4 de mi padre.

  1. Qué bonitas son las texturas de estas fotos que ilustran los artículos. No diré que quedarían de maravilla en un libro bien impreso para que no me expulsen de esta página por pesao.

    1. Tranquilos… de momento solo está prevista una entrega más. Pero, ¿quién sabe?

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