Para crear una gran fotografía lo más importante no se encuentra en la técnica. El clic no importa. El valor imprescindible es el proceso creativo que concluye con el instante decisivo de toma. Interioricemos la técnica para aplicarla sin pensar y dediquemos más tiempo a soñar imágenes.

Nació la idea como una gran locura. Inicialmente nos miraron con asombro. Luego corrió como la pólvora, y el asombro se transformó contagiándonos.
Debemos configurar la instalación, poner sobre la mesa todas las ideas peregrinas y condensarlas buscando la sencillez y el impacto. Imprescindible diseñar un plan B por si algo nos impide hacer realidad la imagen que se clavó en nuestras mentes desde la primera conversación. Realizar un viaje como este, hasta latitudes polares, con plena confianza y tal despliegue humano, técnico y material, no puede permitirse un fallo. Bajo ningún concepto regresaríamos con las manos vacías.
Nuestro objetivo: ilusionar a Ludovico Inaudi, el gran compositor y pianista italiano. Conseguir que aceptara tocar en un piano de cola bajo temperaturas extremas en el Círculo Polar Ártico, y convertir ese concierto en la voz de ocho millones de personas que piden la creación del santuario polar se estaba convirtiendo en una obsesión.

El Polo Norte es un lugar inhóspito y a la vez, fascinante y necesario. Imprescindible para la salud del planeta y todos los seres vivos que en él habitamos. No nos olvidemos; aunque la prepotencia del ser humano nos crea seres superiores seremos los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático. No tenemos capacidad evolutiva y nos veremos desplazados irremediablemente de la Tierra.
En algunas ocasiones tengo que explicar las campañas de Greenpeace y realizo un símil, como ejemplo sencillo, con el hogar familiar. Si intentamos vivir en un lugar acogedor y nos afanamos en ello, por qué motivo no pensamos del mismo modo en nuestro planeta. La Tierra es nuestro salón, nuestra despensa y nuestro lugar de descanso.
Con esta imagen pretendemos poner de manifiesto la protección del medio marino del Atlántico Nordeste, similar en dimensiones al Reino Unido, y equivalente al 10% de la extensión que Greenpeace solicita ser declarada como Santuario Ártico. El comité científico de la Comisión OSPAR ha reconocido que hay suficientes evidencias del alto valor ecológico en esta región, y que existe un grave proceso de deshielo debido al cambio climático con la consiguiente afección a los recursos naturales y las especies.

Mi misión, como fotógrafo, era crear una imagen impactante para apoyar la campaña de la organización ecologista que intenta ejercer presión sobre la decisión del voto de OSPAR, gracias a la movilización de millones de personas con una conciencia medioambiental sostenible.
Con la idea definida empezamos a valorar todas las necesidades. Si queremos crear una instalación a la altura de nuestra imaginación, necesitamos los perfiles humanos más adecuados. Así que Greenpeace comenzó los contactos con el representante de Ludovico Inaudi para implicarle en el proyecto.
La logística del viaje requiere de un barco de la organización y la ayuda de su tripulación. Pusieron a nuestra disposición el buque Arctic Sunrise. Uno de los barcos emblemáticos de la organización y el más apreciado por mí. La tripulación del Sunrise no daba crédito a nuestras intenciones. El piano Steinway, fabricado a mano, fue cuidadosamente depositado en las bodegas de nuestro barco en Rotterdam y los marineros, con sus chistes, nos dejan claro que somos unos locos, y del algún modo también tendríamos algo de pioneros si aquél sueño que todos compartíamos llegaba a materializarse. Se permitieron entonces unirse a nuestra locura ofreciéndonos sus conocimientos. Por lo tanto, en este punto, ya tenemos, como en las expediciones más épicas, al mejor equipo humano, entregado y dispuesto al éxito.

La producción de vídeo es dirigida por Raúl Alaejos, compañero inseparable desde hace años en estas lindes. Somos cómplices y amigos, hablamos y debatimos constantemente sobre cómo potenciar, con pocos recursos, las producciones a las que nos enfrentamos. Eso nos obliga a madurarlas y crear en ellas su propia alma.
Durante la travesía, cuando los temporales del Mar del Norte nos lo permiten, pasamos el día haciendo bocetos, esquemas, decidiendo planos y tiros de cámara, que ópticas son las adecuadas y las imágenes aéreas que Roberto se encargará de grabar con el dron. Analizamos los detalles más insignificantes. Tenemos claro que durante los dos días de grabación aparecerán complicaciones y tendremos que resolverlas sobre la marcha. Una cuestión de acción-reacción. El clic no importa. Lo más fácil es apretar el disparador de la cámara y elegir la relación diafragma-velocidad adecuada.
Mientras navegamos hacia la isla de Svalbard, al norte de Noruega y ya en el océano Ártico, nos reunimos día tras día para hablar sobre los avances teóricos de la producción. En ese momento surgen nuevos puntos de vista. Debemos intentar llegar a puerto con todos los detalles cerrados, ya que el atraque incorporará nuevas personas al equipo y distintas necesidades nuevas para continuar.

Tras varios días bajo un fuerte temporal llegamos a puerto con un precioso mar en calma. Una vez en tierra comenzamos la siguiente etapa. Vamos a hacer acopio de los materiales necesarios para construir la plataforma sobre la que Ludovico debe ofrecer su concierto ante las imponentes paredes verticales de hielos polares, en el glaciar Wahlenbergbreen.
El clic no importa. Lo más fácil es apretar el disparador de la cámara y elegir la relación diafragma-velocidad adecuada.
Reutilizamos una plataforma del puerto de 2,6 x 10 metros. Sobre ella comenzamos a montar el iceberg ficticio que consta de más de 300 piezas triangulares que Gonzalo Montón, que vale para un roto y un descosido, ha fabricado en Madrid sin conocer la superficie sobre la que se debería montar posteriormente.
El peso total de la plataforma es aproximadamente de dos toneladas. El piano y Ludovico alcanzan un peso cercano a los ochocientos kilos. Debemos compensar esos pesos en el mar para que la plataforma no parezca una embarcación haciendo aguas antes de irse a pique. Los cálculos de contrapesos los hacemos sin grandes ecuaciones, como nos gusta a nosotros y como sabemos hacerlo. Tras colocar la plataforma en el agua empezamos a subir tripulantes sobre ella que deben ocupar el espacio en el que posteriormente colocaremos el piano y al compositor. Fue un momento divertido para todos. No había marinero sin deseo de bajar a ver si se convertía el detonante del vuelco de la plataforma. Resistió, avanzamos un paso más y continuamos.

Es ahora cuando Ludovico Inaudi se incorpora a la tripulación del Arctic Sunrise. El protagonista del guión se encuentra ya a bordo. Los tripulantes nos reunimos en el comedor del buque y tras una ronda de presentaciones empezamos a desgranar el motivo por el cual estamos en aquel lugar, a dos días de navegación del frente del glaciar Wahlenbergbreen. Ludovico, sencillo y afable, nos agradece con modestia poder ser partícipe de nuestra ilusión, y nos desvela un secreto; ha compuesto la pieza ‘Elegy for the Arctic‘ como banda sonora de la aventura. Y la tocará por primera vez ante los hielos del glaciar.
Las previsiones meteorológicas son favorables, pero dan un drástico vuelco. La entrada maravillosa en el puerto de Svalbard se ha esfumado. ¿Quien iba a presagiar que dos días después nos encontraríamos bajo unos cielos oscuros y plomizos, con lluvia constante y una enorme bajada de temperaturas? La preocupación comienza a invadirnos. No cabe momento para lamentos. Mucho menos para abandonar.
El Arctic Sunrise zarpa del puerto de Svalbard el 16 de junio hacia el escenario situado junto al glaciar. Pasamos el día mirando el cielo y esperando que unos rayos de sol abran esas densas nubes. Comenzamos a preparar el plan B ante la previsión continua de lluvias, y tras una reunión de crisis cada tripulante cambia de rol y comienza con los preparativos de una situación que nos permitirá sacar adelante nuestro propósito de un modo bien distinto al desarrollado meses atrás en Madrid. Debemos continuar y darle la espalda al mal tiempo con una sonrisa.
Esta noche me resulta imposible dormir. Phill, a quien conozco hace años y en esta navegación comparto cabina, también está inquieto. Se levanta varias veces durante la noche polar, que en esta época del año no se oscurece, buscando con la mirada un cielo despejado, o al menos sin lluvia.
Nos levantamos con una fina lluvia. Dos horas más tarde comienza a brillar el sol y regresamos al plan inicial. A las siete de la tarde sonará la primera nota musical y comenzaremos la sesión con Ludovico Inaudi en concierto. Repetiremos los mismos planos y situaciones durante dos sesiones entre las siete de la tarde y las tres de la madrugada. Dieciséis horas intensas. Son los tiempos que hemos marcado para obtener el material necesario. Las fotografías debo resolverla sobre la marcha, mientras doy apoyo, consejos e indicaciones junto a los operadores de cámara.
Lanzamos la plataforma al agua, los marineros bajan el piano de cola con delicadeza. Empezamos a asegurarlo. Ludovico está nervioso y quiere hacer una prueba de sonido. Teme que el piano se haya desafinado con los cambios de temperatura y humedad. Raúl Alaejos y yo estamos en la plataforma, cableando para esconder los micros, instalando brazos mágicos con distintos planos fijos de cámara. Ludovico insiste. Baja a la plataforma y se sienta en el taburete. El tiempo comienza a perder el ritmo, se ralentiza. El bullicio de los preparativos desaparece y nos encontramos envueltos en el silencio observando al pianista. Levanta la tapa del piano, mira el glaciar, todos los movimientos son muy lentos, coloca sus manos sobre el teclado, durante unos largos segundos observa la pared de hielo, y toca la primera nota de la pieza creada para la ocasión. ‘Elegía para el Ártico‘ comienza a sonar.
La música vuela. Me encuentro a centímetros del piano y me invade. Se apodera de cada uno de nosotros. Ludovico continúa tocando y consigue parar el reloj del tiempo. Estamos en el ártico, escuchando por primera vez una pieza creada en Italia para una locura nacida en Madrid.
Este es mi concierto, la prueba de sonido que el compositor toca a centímetros en un escenario inimaginable. Se ha convertido en una de las situaciones más auténticas y positivas que la fotografía me ha permitido vivir.

Comienza la grabación. El piano es arrastrado lentamente entre grandes masas de hielo evitando que choquen contra la plataforma.
La música vuela. Me encuentro a centímetros del piano y me invade. Se apodera de cada uno de nosotros. Ludovico continúa tocando y consigue parar el reloj del tiempo. Estamos en el ártico, escuchando por primera vez una pieza creada en Italia para una locura nacida en Madrid.
Nos vestimos con trajes térmicos para resistir la larga sesión de grabación. Son trajes pesados e incómodos. Trasladamos las distintas cámaras, el dron, maletas con baterías, termos con té caliente, galletas y fruta a la pequeña embarcación que nos permite movernos entre el hielo. Junto a nosotros viene un experto en osos polares que observa continuamente el entorno, y se encuentra en comunicación directa con el puente de mando del barco. En este hábitat somos una presa muy fácil para ellos. Ludovico aún se encuentra más desprotegido que nosotros, ya que él debe quedarse solo en la plataforma y las embarcaciones han de alejarse para las grabaciones. Motores apagados y dedos cruzados.
Empieza a sonar ‘Elegía para el Ártico‘. Las primeras tomas las realizamos con planos fijos desde distintas cámaras instaladas en la plataforma. Una vez asegurados estos planos retiramos los equipos instalados para que no se vean en los siguientes planos externos. Las primeras tomas tanto fotográficas como videográficas son realizadas con angulares en situaciones próximas al protagonista. Planos necesarios para el vídeo, aunque no tanto para la fotografía. El angular separa demasiado el plano principal del secundario y el glaciar en la imagen se ve demasiado pequeño debido a su lejanía. Aunque nos encontramos en el frente del glaciar nos vemos obligados a mantener una distancia de seguridad debido a posibles desprendimientos de hielo. Desprendimientos que no se hacen esperar y generan un caos controlado entre las distintas embarcaciones y equipos y desplazan el hielo violentamente contra nosotros. El protocolo que hemos marcado reza así:
- Salvad a Ludovico (Subirlo al barco)
- Salvad el piano (colocado al abrigo en el lado opuesto al desprendimiento)
- Sálvese quien pueda, como puedas.
Esta situación no la contemplamos inicialmente y demora tremendamente las grabaciones. Finaliza la primera jornada de grabación, y mientras la tripulación comenta el día, el equipo técnico nos reuníamos en la bodega del barco y empezamos a elegir planos, decidir cuales mejorar y descubrir sobre las imágenes nuevas tomas para la segunda sesión. Las imágenes del dron resultan ser espectaculares. Queremos potenciar este punto de vista sin restar importancia al pianista. Entre mis cometidos también se encuentra ser el copiloto del aparato. Me convertí en la pista de despegues y aterrizajes desde la embarcación neumática.

El segundo día comienza con la seguridad de los planos obtenidos en la jornada anterior. Dedicar horas al visionado nos permite centrarnos en nuevos tiros de cámara, incluimos algunos con teleobjetivo desde el Arctic Sunrise que nos facilita comprimir la imagen y apreciar las dimensiones reales de la imponente pared del glaciar.
Las últimas horas en las neumáticas se convierte en uno de los momentos de mayor intensidad del viaje. Los desprendimientos se suceden y la situación se convierte en insostenible. Damos por finalizada la sesión.
Un bloque de hielo de gran altura se precipita y comienza una sucesión de desprendimientos que se asemeja a explosiones controlada para derribar un edificio. En cuestión de minutos nos encontramos lejos del barco, arrastrados y rodeados completamente por el hielo. Sin opciones para regresar. Vemos al compositor subir al barco por una escalera exterior de cuerda. El piano se aleja a la deriva en su plataforma. Con él, se lleva a Gonzalo que con las manos en los bolsillos desea paciente que ningún oso se percate de su indefensión. Se encuentra tan distanciado de nosotros que pensamos rápidamente en el peligro que corre.

La neumática en la que me encuentro, junto a los operadores de cámara, está bloqueada sobre el hielo. Solo cabe esperar. El Arctic Sunrise arranca sus motores, comienza a mover lentamente su popa de babor a estribor para desplazar el hielo. Abre un camino por el que podamos aproximarnos y buscar la seguridad de su cubierta. Hacia las cinco de la madrugada Gonzalo, la plataforma y el piano de cola entran en el barco. Subimos a cubierta y entre aplausos y abrazos cerramos las sesiones de grabación. No sentimos frío, hambre ni cansancio. Queremos descargar las tarjetas y empezar a trabajar en el montaje. Quiero editar las fotos que tres días más tarde Greenpeace lanzará públicamente dentro de la campaña de la organización. El sueño se ha cumplido.
Con la pieza montada y las imágenes editadas nos reunimos una vez más. Me siento junto a la pantalla para observar los rostros del equipo y encuentro la emoción de aquellos marineros en el brillo de sus ojos.
Lo hemos logrado. Sentir para transmitir, durante todo el proceso.
El 20 de junio de 2016 Greenpeace lanza las imágenes a los medios de comunicación. Virales desde el primer instante y se convierten en las imágenes más difundidas, publicadas y compartidas de la historia de la organización.
Sueños hechos realidad. El plan B, para un futuro no muy lejano.
4 Responses
Uf, im-pre-sio-nan-te…
Qué Gran Trabajo, Pedro Armestre, albedomedia uno de mis sitios favoritos, Somos afortunados los que visitamos su sitio.
Maravilloso, pura emoción…
Un proyecto muy, muy loco, pero por una causa muy, muy grande.