El tren más largo (I)

Primera entrega de nuestro reportaje del transiberiano, recorriendo el continente euroasiático en pleno mes de invierno.

“No es un único tren, sino una línea de ferrocarril”. Así empieza nuestra guía del transiberiano. En efecto, un sinfín de convoyes recorre de lado a lado los casi 9.300 km que separan la capital rusa, Moscú, de la lejana Vladivostok, situada a orillas del océano Pacífico. Nuestro propósito, recorrerlo durante las semanas más frías del año, en pleno invierno siberiano.

Estación de Belorusskaya, Moscú © Núria Agustí

El tren de trenes

El transiberiano, un nombre evocador para los amantes de los viajes en ferrocarril; quién no ha oído hablar del “tren de trenes“, la línea ferroviaria –de pasajeros– más larga del mundo, con más de cien años de historia. Un concepto seductor, casi romántico; la idea de atravesar el vasto continente euroasiático en tren es cautivadora. Pero dejemos la ensoñación para otro momento, es hora de decidirse, empezando por el cuándo. Para los amantes del frío y los paisajes blancos la respuesta viene por sí sola; invierno y Siberia no pueden permanecer disociados.

Estación de Belorusskaya, Moscú © Núria Agustí

Siguiente paso, el cómo. Hay que llegar a Moscú, pero la mera idea de coger un avión empaña de por sí la gesta; nuestro reto, llegar a Vladivostok viajando solo sobre raíles. Existen muchos trenes que, tras una infinidad de transbordos, nos permiten llegar desde nuestro país hasta la capital rusa, pero ninguno de ellos convence. La mirada se vuelve entonces hacia Niza, que depara una agradable sorpresa a los fanáticos del ferrocarril.

Tren de los Zares, o como llegar a Moscú en tren © Núria Agustí

Niza y el Tren de los Zares

La capital de la Riviera francesa guarda una estrecha relación histórica con los rusos, muchos de los cuales fueron atraídos por el plácido clima de la Costa Azul, que contrastaba cruelmente con las invernales temperaturas a las que los rusos estaban acostumbrados. Allí de hecho buscó descanso, a mediados del s. XIX, la familia imperial rusa, esperando que un entorno más benigno ayudara al joven zar Nicolás II a recuperarse de su ya avanzada enfermedad; esfuerzo que fue en vano, pues moriría a la edad de 21 años. Hoy yace, cerca del lugar de su muerte, la que se conoce como la Catedral de San Nicolás de Niza, una de las iglesias rusas ortodoxas más importantes ubicadas fuera de Rusia.

Catedral de San Nicolás de Niza © Núria Agustí

Esta estrecha relación parece mantenerse hoy en día también en lo ferroviario. En efecto, una vez por semana, un tren operado por la compañía de ferrocarriles rusa conecta Niza y Moscú, y permite recorrer los 3.315 km que separan ambas ciudades sin bajarse del tren. Bienvenidos al “Tren de los Zares“, también conocido como “transeuropeo“, la línea de pasajeros más larga de Europa.

El Tren de los Zares © Núria Agustí

Estación de Niza, tren 018, coche 354, plazas 11 y 12. A las 21h47 el tren sale puntualísimo –como todos los trenes rusos al parecer–, sin apenas traqueteo. Los vagones, de construcción austríaca, están impecables; de apariencia austera pero robusta, su interior está repleto de detalles cuidadosamente diseñados.

En el interior del Tren de los Zares © Núria Agustí

El trayecto dura 47 horas, dos días y dos noches en tren, un total de 22 paradas pasando por nada menos que 7 países diferentes: Francia, Italia, Austria, República Checa, Polonia, Bielorrusia y, finalmente, Rusia. Los diversos paisajes transcurren sin cesar a través de la gran ventana de nuestra cabina; Italia apenas es visible de noche –Milán o Verona se atraviesan de madrugada–, pero podemos contemplar los suntuosos bosques helados austríacos a la mañana siguiente.

Desde el Tren de los Zares © Núria Agustí

Seguirá la república checa por la tarde para adentrarnos en Polonia con la noche ya caída. Y a horas intempestivas de la noche, en el momento de cruzar la frontera con Bielorrusia, la policía aduanera no duda en despertarnos, sin mostrar más simpatía de la estrictamente necesaria, para comprobar que nuestro visado de tránsito está en regla. Pero una vez superado el trámite, ya solo nos aguardan unas pocas horas para llegar, por fin, al punto de inicio del transiberiano.

Tren de los Zares, estación de Smolensk, Rusia © Núria Agustí

Moscú, la capital fría

Moscú es, después de Estambul, la ciudad más grande de Europa, con más de 12 millones de habitantes. Una ciudad de contrastes, pero sobre todo una ciudad fría, casi inhóspita a ojos del visitante que descubre la capital rusa por primera vez. El clima seguramente no ayuda, pues las temperaturas apenas suben de los 0ºC durante todo el invierno.

Antes de embarcarnos definitivamente en el tren más largo, se impone una visita a uno de los lugares más emblemáticos de la capital rusa: la Plaza Roja de Moscú.

Puerta de la Resurrección, entrada a la Plaza Roja de Moscú © Núria Agustí
Mercado navideño (tardío) en la Plaza Roja de Moscú, con la Catedral de San Basilio al fondo © Núria Agustí

Sin lugar a dudas, uno de los monumentos que más llama la atención es la Catedral de San Basilio; si bien no es la principal de la capital rusa, es una de las más espectaculares. Construida bajo el mandato de Iván el Terrible en el s. XVI, cuenta la leyenda –probablemente falsa– que este temido zar mandó dejar ciegos a sus arquitectos, Barma y Postnik, para evitar que estos construyeran otra que pudiera superarla en belleza.

Catedral de San Basilio, Plaza Roja de Moscú © Núria Agustí

Otro de los edificios más que podemos admirar desde la Plaza Roja es, a parte del archiconocido Kremlin, el Museo Estatal de Historia del Estado, de estilo neoruso. Construido a finales del s. XIX, alberga en sus interior piezas de incalculable valor de la dinastía Romanov, de los que hablaremos más adelante.

Museo Estatal de Historia, Plaza Roja de Moscú © Núria Agustí

La línea clásica del transiberiano

El transiberiano no es una única línea de ferrocarril, sino que existen hasta tres variantes diferentes. Todas ellas parten de Moscú, y dos de estas llegan hasta Pekín –una, la más turística, a través de Mongolia, y otra pasando por Manchuria–, pero solo la conocida como “línea clásica” permanece siempre en territorio ruso para llegar hasta Vladivostok.

Mapa histórico del transiberiano, de la compañía de ferrocarriles rusa © RZD

Estación de Yaroslavsky, tren 002, coche 7, plazas 5 y 6. Como cada día impar, a las 13h20 hora local de Moscú, sale de esta estación el “Rossiya“, el convoy más rápido de los que recorren la línea del transiberiano de punta a punta; los días pares, el tren 001 lo recorre en sentido inverso. Llegará a su destino en poco más de 6 días y 6 noches, después de recorrer casi 9.300 km. Y si bien podemos encontrar algún viajero que realiza este recorrido sin apearse del tren, la mayoría, como nosotros, lo utiliza para hacer solo un tramo que lo lleve a su próximo destino y proseguir, si cabe, su viaje en el siguiente convoy.

Tren 002 “Rossiya” con destino Vladivostok , estación de Yaroslavsky, Moscú © Núria Agustí
El Rossiya y sus “provonitsas” © Núria Agustí

Las “provonitsas” – supervisores rusos, en su mayoría mujeres– esperan atentamente en cada uno de sus vagones, y son las responsables de comprobar nuestros billetes y acomodarnos en nuestra cabina y, en definitiva, hacer nuestra estancia más amena.

Nuestra provonitsa en uno de nuestros tramos del transiberiano © Núria Agustí

Si la temperatura exterior es fría, no podemos decir lo mismo del interior del tren, donde el termómetro del vagón alcanza fácilmente los 30ºC. Al parecer a los rusos les gustan los ambientes calurosos, y la mayoría de los viajeros merodean en camiseta y pantalones cortos y chanclas veraniegas. Este contraste de temperaturas es particularmente notable al pasar de un vagón a otro. En todo caso, este caluroso ambiente propicia a relajarse e invita a conciliar el sueño.

Entre Europa y Asia

Después de pasar nuestra primera noche en el transiberiano, llegamos a Ekaterimburgo, la cuarta ciudad más poblada de Rusia. La también llamada “capital de los Urales“, está situada a pocos kilómetros de la frontera entre los continentes europeo y asiático. Es conocida históricamente por ser el lugar donde la familia imperial de la dinastía Romanov fue asesinada, a manos de los Bolcheviques, poniendo así fin a la época de los zares rusos.

La “Catedral de la Sangre Derramada”, en el lugar donde los Romanov hallaron su muerte en Ekaterimburgo © Núria Agustí
Iglesia rusa ortodoxa de la Ascensión del señor, Ekaterimburgo © Núria Agustí

Su clima subártico invita a abrigarse a conciencia –la temperatura media en invierno ronda los -20 ºC– y nos permite cruzar a pie los ríos y estanques congelados en medio de la ciudad.

“Gorodskoy prud” helado, Ekaterimburgo © Núria Agustí
Vistas de Ekaterimburgo –y “Gorodskoy prud” helado– desde la planta 51 del rascacielos Visotsky © Núria Agustí

En el corazón de Siberia

Volvemos al tren para pasar un día y una noche más en el transiberiano. Nuestro próximo destino es Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia, con un millón y medio de habitantes, por detrás de Moscú y San Petersburgo. Conocida con el nombre de “capital de la Siberia“, es también un importante nexo de comunicaciones que conecta con muchos destinos asiáticos. Fue fundada hace poco más de 100 años, para que la futura línea del transiberiana pudiera cruzar el río Ob. De hecho, Glavnyy, su actual estación de tren principal, es la estación más grande de toda la línea del transiberiano, con el característico color pastel.

Estación de Glavnyy, Novosibirsk © Núria Agustí

Novosibirsk es también conocida por albergar el teatro de ópera y ballet más grande del país, mayor incluso que el famoso Teatro Bolshói de Moscú. Ocupa casi 12.000 metros cuadrados y su auditorio puede albergar hasta 1.800 espectadores. Cifras colosales que dan sentido a su sobrenombre de “Coliseo de Siberia“.

Teatro de Opera y Ballet de Novosibirsk, situado justo en frente de la Plaza de Lenin © Núria Agustí

Al día siguiente, visitamos una de los iglesias ortodoxas rusas más representativas, la Catedral de San Alejandro Nevski, de estilo neobizantino. Dedicado al zar Alejandro III –uno de los padres del transiberiano– fue uno de los primeros edificios de la ciudad construidos con piedra y no con madera.

Catedral de Alejandro Nevski, Novosibirsk © Núria Agustí
El clima glacial obliga a un constante mantenimiento de la Catedral de Alejandro Nevski © Núria Agustí

Hemos recorrido ya más de 3300 km en el transiberiano. Nuestro próximo destino no está exactamente en la ruta principal del transiberiano, pero creemos que merece la pena desviarnos ligeramente de ella para visitar una de las ciudades más antiguas de Siberia. Hablamos de Tomsk, la “vieja capital” de la Siberia.

Segunda parte: El tren más largo (II) – Del antiguo corazón de Siberia a Vladivostok

Salvo autorías ajenas a este medio, todas las fotografías que componen este artículo han sido capturadas con equipo profesional Olympus OM-D y m.Zuiko Pro.

7 Responses

    1. No podemos estar más de acuerdo; y además, para los amantes de los paisajes nevados, hacer el transiberiano en invierno no tiene desperdicio…

  1. Buen artículo, espero con ganas los capítulos siguientes. Yo me estoy planteando realizar este viaje este verano (posiblemente a través de Mongolia) y agradecería que comentases, al menos de forma aproximada, cuál es el coste de los billetes, tanto para el Transiberiano como para el Transeuropeo.

    1. ¡Muchas gracias Javier! La verdad es que es un viaje muy interesante, vale realmente la pena. En verano disfrutarás de otro tipo de paisajes, muy interesantes también, aunque también te encontrarás con más turistas. Respecto los precios, estos varían mucho dependiendo de la clase que escojas en el transiberiano y, sobre todo, si organizas el viaje mediante una agencia o bien por cuenta propia. El caso más barato, por cuenta propia y en tercera clase (“Platzkart”), el viaje desde Moscú hasta Vladivostok podría salirte por apenas 200€; en caso de escoger primera clase (“Soft”), y siempre por cuenta propia, el precio se triplica. Si haces paradas intermedias, el precio aumenta un poco. En caso de pedirlo a través de una agencia, añade como mínimo un 50% de sobrecoste (o incluso más). Nuestra recomendación es que lo gestiones por cuenta propia, pues se aprende de la experiencia en sí; además, la compañía de ferrocarriles rusos dispone de una app para móvil traducida al inglés que te permite comprar los billetes (electrónicos) sin demasiadas complicaciones. En cuanto al trayecto de Niza a Moscú, el precio arranca en los 250€ por persona; es un tren relativamente caro si lo comparamos con el transiberiano. ¡Un saludo!

      1. Muchas gracias por la respuesta. Me interesa especialmente el hecho de hacer paradas en las principales ciudades que transita, entiendo que eso es precisamente el sentido de dicho viaje. ¿Para ello comprásteis billetes individuales para cada trayecto o existe la posibilidad de comprar un billete único flexible?

        1. Hola Javier. Efectivamente, lo interesante es ir haciendo paradas en las diferentes ciudades por donde pasa la línea del transiberiano. Sin embargo, para ello es necesario comprar cada uno de los billetes por separado; de momento, no existe –que sepamos– ningún billete flexible o pase que permita comprar un único billete y realizar paradas intermedias. Ciertamente, ese tipo de billete simplificaría bastante la gestión del viaje, pero aún así hay que reconocer que la app móvil de la compañía de ferrocarriles ruso funciona más que bien y no hace para nada complicado el proceso de compra de los billetes. ¡Un saludo!

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