Parece evidente que el hombre es un animal que usa herramientas. No es el único animal que las usa, pues otros, considerados por él mismo más primitivos, también lo hacen, y por cierto no sin una clara dosis de elegancia. Pero dejando a un lado esas diferencias de nivel, lo que sí parece claro es que existe otra gran diferencia, y es que – para bien o para mal– el hombre es un animal que ama las herramientas. Si asumimos esa realidad, todo puede llegar a entenderse, y ¡hasta resulta probable que podamos encontrar justificación en comportamientos que de otra forma, podrían rayar en lo ridículo!
La mayor parte de las máquinas inventadas por el hombre sirven para algo, aunque no sea más que para entretener, que no es poco, pero uno de los factores que me parece más curioso es que al hombre llegue a fascinarle el cómo funcionan esas máquinas, el funcionamiento de su mecanismo, independientemente de que realicen su función de forma más o menos eficiente.
Como hasta hace no mucho tiempo, la mayor parte de las máquinas o herramientas –es una cuestión de complejidad, de numero de piezas…– no incorporaban componentes electrónicos, esas nuevas partes que funcionan en silencio casi absoluto y en ausencia de movimiento visible, quizá no nos habíamos dado cuenta de lo importante que es, para mantener ese casi atávico placer de usar las máquinas, el que sean, al menos en gran parte, ¡puramente mecánicas!

La cámara fotográfica
Resulta difícil imaginar una máquina más interesante que la “cámara fotográfica”: un aparato, herramienta, o máquina, que incorpora, además de las habituales en otros artefactos, nada menos que… ¡partes funcionales transparentes! No es de extrañar que las pasiones que pueden despertar las cámaras rivalicen con las que pueden despertar los vehículos a motor e incluso –en determinadas circunstancias– el sexo.
Si tomamos como ejemplo uno de los tipos más populares de cámara, la denominada “réflex monocular”, nos encontramos ante un aparato compuesto, según modelos, por entre 650 y 1500 piezas, la mayor parte de ellas de carácter mecánico. Podríamos decir que, piezas que se interrelacionan en movimiento: engranajes, piñones, palancas, levas, excéntricas, pasadores, pistones, volantes de inercia, muelles, flejes, tambores, tirantes, limitadores, cortinillas, laminillas…
Es como para hacer que un amante de la mecánica comience a soñar…
La traición
Y sin embargo, una tendencia preocupante se inició hace tiempo, y es la de sustituir piezas de elegantes y funcionales formas, realizadas en nobles metales, tales como el acero, bronce, latón o aluminio, por fríos y externamente inertes componentes electrónicos, depositados capa a capa sobre un plano soporte de silicio. Todo ello, supuestamente, en aras de “mejores” prestaciones, pero en realidad, para abaratar costes de producción, y ello a costa de algo grave, muy grave, que no es sino encerrar en esos caparazones de silicio, arsénico, tántalo, galio y plástico, el conocimiento, la posibilidad de con una simple apreciación visual, entender el cómo y el porqué del funcionamiento de ese conjunto de componentes.
Donde antes, el observador y experto mecánico –aún sin conocimiento previo del aparato ante sus ojos– era capaz de seguir el juego de las levas, la alineación de los engranajes en su transmisión, de abarcar con la mirada la lógica de un diseño quizá ajeno, pero nunca hermético, hasta comprender la causa de su posible fallo; quizá la necesidad de limpieza, ajuste y lubricación, ahora lo único que se abre a su mirada es un laberinto de planas cañerías que sólo abriría sus secretos a los poseedores de las claves electrónicas intencionadamente ocultas por sus creadores.

Para la mayoría de esas partes multicomponentes no existe reparación posible pues, ¿cómo podríamos volver a pintar los minúsculos trazos internos que se encargan de conducir, desviar y retener los electrones que hacen que cumplan sus más o menos caprichosas funciones? Y lo peor de todo, es que tampoco podremos, llegado el caso, construirlos, mecanizarlos a partir de la materia prima, con el sabio manejo del torno o la fresa, como podríamos hacer con la inmensa mayoría de los componentes de una cámara mecánica. Y es que de lo que estamos hablando es de las modernas cámaras de control electrónico, frente a las clásicas cámaras de control mecánico.
Parece que tanto los diseñadores como los usuarios se olvidan de que –por el momento– existen dos únicos mecanismos capaces de controlar el flujo de esos convenientes “cuantos de luz” hacia la película o soporte sensible: el obturador y el diafragma. Y para realizar ese control –finalmente mecánico– no hacen falta tantos “modos” de exposición como ofrecen los enloquecedores aparatos electrónicos a la moda. Pero lo peor, es el habernos privado del sonido de la mecánica fina. Eso no podemos perdonarlo.
El sonido y el pálpito de lo mecánico
Cuando pulsamos el disparador de una cámara de control mecánico, desencadenamos una cascada de acontecimientos ordenados que se traduce en un sonido, que es música para un animal amante de las herramientas. El espejo de una cámara réflex sube a gran velocidad y es acogido por un ajustado pistón neumático o un paciente y sosegado volante de inercia, delicados pestillos liberan la fuerza de elegantes y brillantes muelles que abrazan finos tambores, momento en el que resistentes, flexibles, ligeras y finamente guiadas cortinillas, emprenden raudas e imposibles carreras una en pos de la otra, para ser frenadas y recogidas, casi amorosamente… y ser finalmente reconducidas ordenadamente a su posición original a través de una cascada de engranajes que transmiten al pulpejo de nuestro dedo la precisión de su ajuste y la suavidad que se deriva de la sinterización de los metales. Se trata de algo tan complicado y perfecto mecánicamente, como las refinadas trampas de los “cartoons” de “Tom & Jerry”.

Las modernas cámaras electrónicas y otros artefactos similares, nos privan, con sus partes de plástico, sus motores eléctricos y sus componentes electrónicos, del placer del sonido de lo puramente mecánico. Nos privan no ya de la posibilidad de arreglo futuro que las mantenga en funcionamiento para poderlas transmitir de generación en generación, sino también del gozo de intuir esa maravilla del ciclo mecánico de su funcionamiento. Y buena prueba de esa atávica necesidad de oír, sentir, imaginar lo mecánico, es que los diseñadores de artilugios electrónicos, llevados probablemente por el sentimiento de culpabilidad de ser causa de semejante privación, se han atrevido a introducir, en la construcción de algunos de sus aparatos, torpes sonidos sintetizados que tratan de emular el paraíso perdido del sonido de lo mecánico.
Nota: Este artículo ha sido actualizado respecto al original publicado en la revista digital universitaria “Universo Fotográfico” Nº1 (UCM, Noviembre 1999) para adaptarse a las nuevas actualizaciones de diseño y protocolo de Albedo Media.
31 Responses
Aupa, al menos en un Mac, los acentos del texto salen mal, crean un espacio entre letras, saludos.
Gracias, Gotzon. lo hemos repasado. Quizá quede alguno…
Alguna eñe -diseñadores, cañerías…- , el párrafo de “El sonido y el pálpito de lo mecánico”, parte del párrafo anterior…
¡Animo que ya queda menos!
PD: no lo hago a mala hostia, ¡eh! Yo también soy usario de Mac y sé lo que conlleva…
¡Cáspita, Gotzon! Menos mal que nos lo haces ver.
El problema viene de que en unos navegadores nos pasa y en otros no –según sistema operativo– con el agravante de que en el “backend” en WordPress, se ve todo correcto.
A ello se suma que cuando ha escrito uno mismo el texto, todo “le suena” bien. El problema ha debido surgir al pasar el texto –como sabes de hace 19 años– al escritorio actual.
Gracias por la vigilancia.
Saludos cordiales.
¡Animo!
Un placer leer textos así, con mécanica y tal, ya harta un poco el software…
“No es de extrañar que las pasiones que pueden despertar las cámaras rivalicen con las que pueden despertar los vehículos a motor e incluso –en determinadas circunstancias– el sexo.” jajaja. ¿Cuáles exactamente?
Ahora en serio: me recuerda a las diferencias entre relojes mecánicos y relojes digitales. No obstante soy incapaz de manejarme con una cámara sin fotómetro; disparar “a ciegas” y fiándome de mis ojos para evaluar la luz me parece más cercano a la fotografía experimental que a la experiencia de captación/creación de imágenes con atención a los detalles y precisión.
Hombre, Sergio… no voy a entrar aquí a hablar de posturas y alternativas diversas en lo que se refiere a sexo. Tampoco se pueden dar muchas pistas, porque en ese terreno la competencia también es dura.
Personalmente, tardé muchos años en poder disponer de un fotómetro –un Zeiss Ikon Ikophot– y en blanco y negro me arreglaba muy bien. Hoy disfruto sacando a trabajar –entre otras– una M4-P, que adquirí precisamente porque no tenía exposímetro y estaba totalmente libre de baterías.
Te cuento una anécdota: algunas de mis clases prácticas en la asignatura de iluminación en BBAA las hacíamos en exteriores, en patios abiertos, con luces y sombras. En un momento determinado, le pedía a alguna de las personas participantes que se alejase e hiciese una medición de luz incidente o reflejada en algún punto concreto, quizá en sombra.
Mientras se alejaba, les decía a los demás por “lo bajini” el resultado que esperaba. Cuando volvía esa persona, nos mostraba la medicion en el exposímetro, que –por lo general– no se alejaba más de un tercio de punto de lo estimado.
Naturalmente, a continuación les explicaba el porqué de esa estimación… Es sencillo y todo parte de la regla de “sunny f/16”.
Exponer a ojo, enseña a ver la luz. Es algo que deberías probar. De hecho, con equipos de flash de estudio que conozcas, hasta puedes afinar bastante por el sonido de descarga de los mismos. También, por el peso, podíamos saber cuando nos quedaba solo una hoja más de material Polaroid en un chasis con un pack…
Cuestión de oficio
Saludos
vaya, yo siempre tengo problemas para distinguir los 10 tipos de día nublado, que alteran más o menos la luz. Bueno, para gente como yo están entonces los fotómetros 🙂
Ja, ja, ja… y siempre queda el muestreo, para tomas interesantes. Con película para diapositivas en color, la cosa cambia. Ya sabes: “para las cuestas arriba, quiero mi burro, que las cuestas abajo… yo me las “subo”.
Este es sin duda un artículo al que el paso de los años sienta estupendamente.
Los años setenta fueron una época de harramientas fotográficas de primerísimo nivel como la Olympus OM-1, Nikon 2, Canon F1, Pentax K1000 y muchas otras.
Eran cámaras para toda la vida, diseñadas y fabricadas cuidadosamente, con gran esmero y con una prioridad máxima : cuidar a los clientes y satisfacer sus necesidades de creación de imágenes durante muchas décadas.
Eran y siguen siendo cámaras muy robustas, sin obsolescencia programada, con fabulosos visores ópticos y abundantes pantallas intercambiables.
Cámaras de una época en que también las motos eran un elogio de lo mecánico, como aquellas motos Derbi, Bultaco, Kreidler, Minarelli y Garelli dos tiempos de los años setenta y principios de los ochenta pilotada por un Hombre de Otro Planeta.
Those were the times.
Es usted un romántico Valentín. Un artículo lleno de poesía y cariño hacia estos aparatos, los mecánicos y los electrónicos.
Gracias una vez más por vuestro saber hacer.
Kim
¡Ay!… así es. Gracias por sus amables palabras, Kim
Muchas gracias por volver a publicar este artículo.
Otro mal de la electrónica, supongo que necesario, es que todo se vuelve inútil muy pronto. Mi EOS 20D era un trasto obsoleto diez años después de comprarla. Mi Konica Autoreflex T3 sigue haciendo fotos casi tan bien como cuando salió de fábrica (menos el exposímetro, lo único electrónico). Y al tacto, lo que usted dice, la Canon era un juguete al lado de la Kónica, que parece un lingote con un agujero en medio.
Una curisodad que no viene mucho al caso, si no es molestia. En los inicios de la fabricación de cámaras fotográficas ¿hubo alguna influencia técnica de la relojería o fueron desarrollos completamente independientes?
Estoy casi seguro de ello, Agilulfo. Cuando el material sensible hizo posible tomas de pocos segundos o incluso de fracciones de segundo, aparecieron obturadores de cortinillas que se colocaban como accesorios delante de los objetivos.
Estos dispositivos montaban mecanismos de escape para la retención y liberación de la segunda cortinilla, muy similares a los que montaban los relojes.
Y nuestro amigo Heinz Kilfitt, inventor de las cámaras Robot y de los primeros objetivos macro de la historia entre otros avances, era relojero e hijo de relojeros ya cuando creo el prototipo de la primera cámara Robot. En la originalidad de las soluciones adoptadas se aprecia una mente… distinta.
Saludos
Me había perdido esos dos artículos. Así me he llevado una alegría por encontrarlos.
¡El libro, el libro!
Me alegro igualmente de la “recuperación”. Creo que te gustará leer todos los artículos acerca de las Robot. En el último vienen los enlaces a los anteriores.
Gracias por el empuje hacia “el libro”…
Gracias Valentin.
por suerte mía, vivo rodeado casi de cámaras aun muy mecánicas o totalmente mecánicas. Muchas veces es difícil enseñar y hacer entender esto a las nuevas generaciones estas, que han crecido ya en lo digital y para ellos lo mas “cool” son las fotos que ven en tal sitio de internet o red social, hechas con tal cámara, sin entender que la cámara es una parte del todo, Cámara-ÓPTICA-Carrete-Revelado…
Eso o que “mecánico” significa mal hecho de plástico y si tiene entradas de luz mejor que mejor… (sí, que conste que conste que alguna Lomo también tengo)
Muchas Gracias, hacen falta mas amantes de la fotografía en todo su conjunto y menos nuevos “gurus”
La incorporación de la electrónica en las cámaras fotográficas es un gran avance técnico indiscutible. Quién puede prescindir del enfoque automático, tan vilipendiado cuando apareció, la precisa fotometría o las cámaras digitales.
Yo soy un apasionado de lo mecánico, y tengo muchos problemas para comprender la difícil relación entre fotografía sobre soporte de negativo de haluros de plata y la digital sobre captador.
Ya he tirado la toalla, y solo he sacado una conclusión, lo mecánico es muy longevo, la electrónica no. Tengo tres cuerpos de la mítica Canon T90 y el obturador de ninguna de ellas funciona.
Gracias Valentín por esa/esta reflexión. Mi camino fue de lo digital a lo mecánico. Creo que solo para el fotoperiodismo y las plataformas sociales el primero es necesario, para todo el resto de nosotros una buena combinación de ambos mundos sería lo mejor.
La imagen de la Olympus por dentro me hizo pensar en ese artículo prometido alguna vez sobre la serie OM. Lo sigo esperando.
Convencido de lo que escribes, Valentín, en éste artículo, pongo mi acento en el riesgo que supone dejarse llevar por el conocimiento de éstas maravillas y la paralela pretensión de poseer unas cuantas docenas con la “fatal” consecuencia de que si su número aumenta… nuestra capacidad para usar cada una de ellas disminuye exponencialmente… sigh…
(¿me ha quedado muy “falso”…? … jejeje…)
Un abrazo.
Mi muy admirado D. Valentín:
Hoy vuelvo a releer su artículo Elogio de lo mecánico, que para un viejo aficionado a la fotografía, con algo más de 65 años de pulsar disparadores sigue echando en falta ese sonido entrañable de engranajes, obturadores, diafragmas y el arrastrar de la película.
Instalado en la fotografía digital, muy a mi pesar y reconociendo sus ventajas e inconvenientes, desde el año 2000 en que topé con una SONY DSC F505V.
Y hace un par de meses estoy, gracias a una buena amiga catalana, saboreando el funcionamiento de la máquina de fotos que desde que ya la fotografía no era sólo casi un juego para mí, (y conste que no soy profesional de la fotografía) siempre era mi objetivo de sueños inalcanzables: ¡Una Hasselblad 500 CM! ¡Sin un solo rasguño! ¡Con un sonido perfecto! Es una delicia hacer fotos teniendo que tomar todas las decisiones y equivocarme cuando lo hago mal.
Ahora me vienen de maravilla los trabajos escritos por Ud. sobre películas, históricas de diferentes graduaciones. Ahora que los ASA, ISO o DIN llegan hasta alturas increíbles (yo casi nunca osé pasar de 800 ISO y veo cómo se critica a una cámara que produce grano a 25.000 ISO) y que he probado hasta dónde llega una SONY A7 III, lo paso como un verderón cuando escucho y siento entre los dedos la mecánica de la Hassel 500.
Tengo que apoyarme en mi Lunasix 3, aunque me gustaría poder hacer como cuando para hacer fotos con la Contax I, de mi padre, echaba una mirada al cielo y otra a lo que iba a retratar y decidía que a f/5,6 tenía que poner una velocidad de 1/500 s. O sea a ojímetro.
Gracias por su ayuda desde hace muchos años.
Carlos
Me alegro de que haya redescubierto el placer de disparar con una cámara mecánica como la Hasselblad 500 CM. Conserve a esas dos buenas amigas, una catalana y la otra sueca…
Y gracias por sus amables palabras.
Saludos
V
Gracias por sus amables palabras y por seguirnos en todas las etapas, Carlos
No disparo tanto en carrete como me gustaría, entre otras cosas por el precio (que encima va al alza, con el filón que están viendo en los que están conociendo lo fílmico que ni llegaron a conocer).
Pero cuánta razón para los que incluso aún siendo jóvenes rayando la edad del “ahí, ahí”, llegamos a ver en casa e incluso a aprender entre los 80 y 90 con algunas joyitas setenteras. Como en mi caso, con una Pen EE-2 que llegó a manos de mi padre en su juventud, de segunda mano como parte de un pago, y que aún funciona a las mil maravillas. O la primera réflex de mi padre que con alrededor de 5 años que tenía, recuerdo que no podía apenas sostener ni manipular semejante ladrillo soviético, pero ¡cómo sonaba!
Actualmente al paso de los años, a ratos disfruto disparando algún carrete en largo tiempo, o por simple gusto con las que nos fuimos haciendo entre mi padre y yo. Una Canon AE-1 refinadísima y hasta silenciosa (su único pero es cierto crujido en un extremo del enfoque del 50mm f1.8 producto supongo de un cate por caída que chivata un bollo en la rosca frontal pero la pillé muy barata), Olympus OM-10 que esta parece que el espejo se fuera a romper o que tuviera algo mal del estacazo que pega (pero qué va, es que es así), que aunque es bastante electrónica ya, sigue siendo mecánica. Y una Nikon FM (creo que de primera generación, el anillo en torno al disparador no es de plástico) que esta es de entre las que tengo la que más asemejo a más de un reloj mecánico de los que eran y son accesibles a muchísimo público. Se escucha y hasta se nota al tacto casi el movimiento de cada diente y engranaje que tiene, pero con gusto, con buen ajuste, y ese sonido tan suyo de obturador y espejo. Algún día tendrá que caer a poder ser alguna Asahi Pentax K1000 o similar, salvo que me cruce alguna rareza accesible de Miranda o Praktica.
Por otro lado tengo una Canon 30V Date, que con sus virguerías que aún no veo en apenas digitales (y virguerías que funcionan), que ya se nota la mano de la electrónica de la época claro. Pero aún así, entre el cuerpo de magnesio (¡es una pluma en comparación a una 7D y similares con mismo objetivo y aún con el agarre BPG montado con sus pilas AA!) aún hace notar la parte mecánica.
Las sensaciones no tienen nada que ver con las modernas. Ni tacto de partes móviles de unos objetivos a otros (hay que ver tan sólo ese Zuiko Auto-S 50mm f1.8 de la Olympus…), acabados…
Pero está la cosa al alza. Buena… y mala cosa. Hasta he visto adaptadores (con o sin chip) en tienda de fotografía en mi zona, a PVP de casi 50 euros, cuando estaban por debajo de 30 incluso hasta hace no tantos años. Y si no, pues a hacer oídos sordos, ponerse la venda, y rebuscar por Internet… algo a lo que aún me resisto, pero parece que la realidad no está por ayudar. Todo queda en discurso.
Lo mecánico, no interesa. Ni aunque lo fabriquen muchos chinos al peso con calidad decente. Es lo que parece.
Y entre tanto seguimos muchos que con tan sólo ver, reconocer y valorar materiales, ajustes, acabados, sensaciones… nos tientan todas estas abuelitas mecánicas. En nada será considerado este gusto de muchos y muchos como mecafilia geriátrica. Al tiempo.
El sonido de esa “persiana”, Fernando, es ciertamente inconfundible y una delicia.
Supongo que aprovecharás a comprobar el funcionamiento de cada ajuste de tiempo de obturación, pues muchas de estas cámaras “vintage” tienden a hacer “capping” a 1/1.000s y 1/500s…
Pero si te la han restaurado recientemente, casi seguro que está a punto. Ya compartirás, si te es posible, si la tienes con un Tessar f/2,8 o quizá con uno de los míticos Sonnar f/1,5…
Saludos y gracias por tus amables palabras.
Mi admirado Valentín,
Aunque esa reflexión no esté directamente relacionada con el tema en cuestión, quizá sí con el asunto de la calidad de los aparatos fotográficos. Hace ya unos años, creo que bastantes, se suscitó en la tristemente desaparecida revista FV, la cuestión de la fiabilidad de las pruebas de objetivos. Se ponían en duda los resultados del Carl Zeiss 50mm 1.4 para diferentes pruebas en diferentes revistas. Tu opinión al respecto era que aunque todas las pruebas eran de un Carl Zeiss 50mm f/1.4, misma marca, correspondían a diferentes formulaciones ópticas. Recientemente he vuelto a hojear mi colección de FV y al releer las pruebas de los objetivos 28-200, he encontrado, como tu explicabas claramente, que el Tamron 28-200 de la primera prueba no se parecía mucho en cuanto a configuración óptica al Tamron 28-200 probado en segundo lugar tiempo después y con resultados de resolución diferentes. Para no aburrir, me parece muy bien que los fabricantes varíen sus productos, aunque no sea siempre para bien, pero que se sepa qué es lo que estas comprando.
Por ejemplo, cómo puedo saber, con el numero de serie del objetivo, su año de fabricación, y eso antes de comprarlo y pagarlo. Y ahora una ingenuidad, no te rías Valentin, ¿por qué cuando las marcas publicitan sus productos, suponiendo que lo hagan, no dan mas datos técnicos?
Siempre es bueno saber de ti, Julio.
Los fabricantes, no sólo van modificando los esquemas ópticos de objetivos que se siguen comercializando bajo la misma referencia sino que –además– esos objetivos pasan a fabricarse en factorías en sitios tan dispares como Alemania, Japón o Vietnam, por citar sólo unos casos. Determinadas firmas, como podría ser Olympus, por poner un simple ejemplo, sí que identifican esas variantes añadiendo un “II” al nombre.
A ello habría que sumar que los estándares seguidos para las pruebas en cada medio pueden variar muchísimo: no es lo mismo un MTF que la resolución “del sistema”. Y si se habla del “sistema” habría que ver cuál es ese sistema…
Esa es una de las razones por las que –en las pruebas más actualizadas que publicábamos en DSLR Magazine/Albedo Media, específicábamos que “no eran comprables a otras pruebas de distintos autores” y sim embargo sí que eran comparables los resultados entre todas nuestras pruebas. Personalmente, para mis propias pruebas sigo mis propios estándares, homologados a los de DSLR Magazine/Albedo Media.
Tema aparte es la varianza entre muestras: de una misma serie de objetivos, de un mismo modelo, de un mismo fabricante, puede llegar a haber diferencias más o menos apreciables de rendimiento, dependiendo de los controles de calidad del fabricante y de las tolerancias establecidas en la línea de producción. Esto puede estar relacionado con el precio del producto.
Caso aparte son los objetivos de la serie M de Leica: ahí, la calidad se mantiene al límite en todos los aspectos más arriba mencionados, y de ahí, tanto su elevado precio de adquisición como lo poco que se devalúan con el tiempo. Se trata de algo que les cuesta entender a los “Leica haters”. En este territorio, expertos como Erwin Puts, han escrito diversos libros en los que pormenorizan todas las variaciones introducidas en esas ópticas Leica-M a lo largo de los años, así como su influencia en el rendimiento. Como botón de muestra, su obra “Leica Lensa Saga” (2016), dedica… ¡sus 362 páginas exclusivamente a los objetivos de la firma en la focal de 50 mm estándar! No hace mucho, Puts se ha desvinculado personal y públicamente del “Mundo Leica”, pienso que debido a cambios de política de la firma, por un lado respecto a su figura, y por otro a aplicar correcciones por firmware también a sus ópticas de alta gama, con exclusión de las de la serie Leica-M
Lo de la revista FV… fue otra época. En mi opinión, la irrupción del “negocio TIPA” hizo cambiar el paradigma, de la misma manera que la aparición de la EISA, un poco anterior en el tiempo, lo hizo para las revistas de su grupo, y de alguna manera para todas las revistas impresas del sector fotográfico.
Respecto a tu última pregunta, se la he realizado más de una vez –en persona– a los responsables de marketing de la mayoría de las firmas, recordándoles la que se hacía en las revistas impresas entre 1970 y 1985 aproximadamente, y todos sonríen amablemente…
Parece que es algo anticuado… para ellos.
Saludos
Hola Valentin, eres un pozo de sabiduría en estos temas, si te has leído las 362 paginas del Leica Lensa Saga es para hacerte un monumento al trabajo, del que nos aprovechamos tus amigos.
Un abrazo
Julio
Ja, ja, ja, Julio. Y también los “Leica Compendium” y el “The Leica Path”. ¡Imagínate!
Un abrazo
V
¡Valentín; qué placer leer tu artículo acerca de las ROBOT!…y volver la mente que no la vista atrás, y recordar cuando, encontrándome en mi apartamento de Tokio hace 4/5 años, ‘buceando’ en internet, me encuentro tu articulazo sobre mis adoradas TOPCON, que se habían fabricado a no muchos kilómetros de donde me encontraba…pero hasta 36 años antes…y aquella noche, ¡llegar a conocer muchas de las particularidades que me habían pasado desapercibidas en ese genial diseño! y con ello, valorar aún más esas joyas de la mecánica que aún me permiten disfrutar de esa obturación mecánica que tanto ponderas; placer y opiniones que comparto.
Poseo tres cuerpos (1 RE Súper + 2 Súper Dm) y buen número de ópticas, visores y accesorios, tales como el espléndido fuelle con copiador de película. Por cierto, todas adquiridas en España, a su importador oficial (una empresa filial de LÁZARO de Barcelona).
No soy profesional, pero llegué a adquirir no menos de 6 cuerpos para mi, que fueron relevándose, y cantidad similar para amigos. (Mi relación con la familia Lázaro fue bastante estrecha, y gozaba de atenciones en precio nada desdeñables).
Muchas gracias por compartir tanto conocimiento, y el amor por tu profesión…
Desde luego, tu experiencia con las Topcon debe ser extraordinaria. Por mi parte, puesto que no puedo abarcar todo, sólo dispongo de esa RE Super, que adquirí a fin de poder escribir sobre ella y su famoso sistema TTL.
También me imagino que tu conocimiento de Tokio, habiendo vivido allí de continuo durante varios años tiene que ser bastante rica.
Seguro que te resulta curioso saber que mi primera SLR para 35 mm, una MirandaMiranda, la adquirí –usada– en “Lázaro”.
Gracias por tus amables palabras.
¡Saludos!