Lo que bien empieza, bien acaba, este conocido refrán podría ser la síntesis perfecta de este artículo. Aplicado como mantra profesional, nos servirá para resolver múltiples retos fotográficos.
Tipologías y características
Las disciplinas más técnicas –arquitectura, reproducción de obras de arte, macrofotografía, etc.– implican paciencia. La velocidad, inherente en otros contextos de la profesión, se supedita aquí al propio proceso y sus fases. Por ello, imponer un ritmo acelerado sin atender a las exigencias técnicas básicas suele dar malos resultados.

Nos veremos obligados a tomar conciencia del espacio, elegir bien el punto de vista, nivelar los elementos… lo que en esencia podríamos llamar ordenar el espacio en términos fotográficos. Esto no quiere decir que este celo por la composición no se dé en el resto de las especialidades fotográficas: simplemente, aquí es más evidente.
Como su nombre indica, estas ópticas son capaces de desplazar del centro su eje óptico. Dentro de esta categoría encontramos a su vez dos tipologías diferenciadas por su capacidad de movimiento: objetivos descentrables por desplazamientos paralelos al plano focal –shift– y los que añaden la opción de basculamiento –Tilt–, dando lugar a sus respectivas nomenclaturas en inglés, Shift o Tilt & Shift.

Una óptica descentrable que solo contemple movimiento por desplazamientos –shift– podrá moverse vertical u horizontalmente para modificar el punto de vista de la toma fotográfica sin tener que inclinar la cámara. Una excelente opción para corregir la perspectiva y que todo aquello que sea ortogonal en la realidad, lo sea en nuestra imagen. La herramienta ideal para hacer panorámicas con varias imágenes que “cosan” a la perfección, sobre todo si añadimos al conjunto algún accesorio ad hoc.

Este movimiento por desplazamiento garantiza que cualquier plano frontal captado en la realidad disponga su plano conjugado en el sensor o película en el mismo sentido, dando lugar al sistema de enfoque tradicional por planos paralelos. Por el contrario, si queremos acentuar los desenfoques con abruptos cortes entre los planos, usaremos los basculamientos, alterando de manera visible las áreas enfocadas/desenfocadas.

La herencia técnica es clara: las cámaras técnicas de gran formato usan dos montantes: el delantero encargado de la parte óptica y, por ende, del punto de vista, y el trasero dónde se aloja el porta-películas o el sensor digital. Este último selecciona, mediante sus diferentes movimientos, el encuadre –en definitiva, una porción del gran círculo de imagen que proyecta la óptica– que pasará a ser la imagen final. Estos dos espacios independientes hacen que el control del espacio y la perspectiva sea total, alterando el punto de vista, enfoque y profundidad de campo a nuestro criterio.

Por otro lado, la evolución natural de la tecnología ha hecho posible que este control sea transferido, parcialmente, a los programas de edición digital. Podemos alternar la geometría de la imagen para corregir o interpretar la perspectiva, cambiar escala, aplicar filtros de desenfoque, etc. Ante este escenario, la pregunta parece evidente…
¿Por qué usar un objetivo descentrable en la actualidad?
Las ópticas descentrables existen desde tiempos pretéritos al mundo digital, como solución de compromiso entre las posibilidades casi infinitas de gestionar el espacio y la perspectiva de una cámara de gran formato y las claras limitaciones que tiene el binomio cámara + óptica convencional, no descentrable.
En nuestra opinión este criterio sigue vigente, con la particularidad de que estas ópticas combinan a la perfección con todas las herramientas digitales. Las correcciones vía firmware –en cámara– o por un software específico –fuera de cámara– distan de ser perfectas, aunque mejoran de manera exponencial cada año.

Aún hoy, depositar toda la responsabilidad a la edición digital conlleva varios problemas: artefactos de la imagen en áreas concretas derivados de la interpolación, estiramiento y/o contracción de los píxeles adyacentes, colores falseados y “cosidos” erráticos en las panorámicas. En los casos más agresivos, donde la proyección óptica de origen sea más deficiente, su versión corregida digitalmente tendrá importantes carencias de calidad, sobre todo en los bordes y esquinas.
Como decíamos al inicio de este artículo, lo que bien empieza, bien acaba. Un flujo de trabajo coherente sería partir de una imagen impecable, la mejor que podamos obtener con nuestro equipo. Idéntica filosofía aplicaría a las series, futuro panorama, con la dificultad añadida del porcentaje de solapamiento a reservar para el cosido digital y la coincidencia de puntos de fuga.

Tampoco podemos olvidar que hay tantas maneras de llegar a un resultado como personas, habrá las que prefieran trabajar mayoritariamente en digital y otras se sentirán más cómodas centrando esfuerzos en la toma. No son territorios excluyentes, cada perfil que opte por la vía que considere más eficaz.

Círculo de imagen y cobertura
Entendida su utilidad y las diferencias básicas entre modelos, pasamos a analizar la óptica Laowa 20 mm f/4 Zero-D Shift. Un objetivo descentrable por desplazamiento sin basculación con un círculo de imagen de 65 mm, capaz por lo tanto de hacer grandes desplazamientos.

Tal y como refleja el esquema óptico adjunto, varios elementos de extra baja dispersión controlan las posibles aberraciones cromáticas residuales. Por su parte, dos lentes aesféricas se encargan de homogeneizar la calidad desde el centro a la esquina del fotograma a la vez que ayudan a contener las distorsiones geométricas, no olvidemos que nos encontramos ante un objetivo angular –20 mm–, lo que requiere un mayor esfuerzo en este aspecto.

El círculo de imagen es muy generoso, de hecho este objetivo se fabrica bajo diferentes monturas de 24 x36 mm –Canon EF/RF, Sony E, Nikon F/Z, etc– y formato medio digital –familia Fujifilm GFX– cubriendo sin problemas ambas. Obviamente la capacidad de movimiento será mayor en el sensor más pequeño, pero no deja de ser llamativo que el mismo esquema óptico se atreva con tamaños tan diferentes de sensor.

La elección de focal nos parece acertada, esos 20 mm despliegan una cobertura de unos 94,4 grados, proyectando una sensación de perspectiva ampliada – mayor que una óptica de cobertura estándar – sin perder fidelidad con la realidad. Por debajo de 20 mm la perspectiva sería muy forzada, dificultando el entendimiento del espacio y la escala real entre los elementos.

Al no tener casi distorsión, la suma de varias imágenes para hacer panoramas ha sido muy sencilla, no dando ningún error de solapamiento en los programas de “cosido”. Laowa contempla además un accesorio específico por el cual el trípode se engancha en la óptica, no en el cuerpo de cámara, de manera tal que no cambia el punto de vista entre imágenes, nos desplazamos a través del círculo de imagen moviendo el sensor como si de un montante trasero de cámara de placas se tratase.

Conclusiones
A caballo entre la tradición y la evolución natural, las ópticas descentrables aún tienen mucho que aportar. La biodiversidad siempre será sinónimo de riqueza y como herramienta demuestran ser muy eficaces para componer el espacio y controlar la perspectiva.

El elevado precio de estas ópticas siempre las ha relegado a un nicho muy específico. En el caso de este Laowa 20 mm f/4 Zero-D Shift la inversión asciende a unos mil euros, muy comedida para lo que suelen costar estos equipos. Sin ir más lejos, las referencias de Canon o Nikon en focales afines duplican ampliamente ese presupuesto.

Ojalá cunda el ejemplo y otros fabricantes se animen a renovar su catálogo con estas referencias tan especiales, emulando el control compositivo de una cámara de placas en un equipo portable y contemporáneo.