Podríamos decir que la street photography es un conjunto de elementos que cuando se encuentran en sintonía dan lugar a la imagen. Un buen referente para hablar de los primeros pasos conscientes en la fotografía de calle es Eugene Atget. En la década de los años veinte el fotógrafo francés realizó una serie de imágenes en las que captaba los maniquíes de los escaparates de las tiendas de la ciudad.

Desde entonces hasta ahora decenas de fotógrafos y fotógrafas han desarrollado esta disciplina, revisándola, reinventándola acorde al espíritu de su tiempo. Lo que han pretendido aquellos que se inscriben en este subgénero de la imagen es, de alguna manera, retratar el cambio. Fotografiar la ciudad es fotografiar su evolución, su movimiento. Se construye un archivo en el que se recoge ya no solo cómo eran las ciudades, si no cómo era la vida de las personas que vivían en ellas, como se vestían, cuál era su ocio, etc. Para cerrar esta introducción debemos recordar que alrededor de la fotografía de calle se sustentan figuras claves de la tradición fotográfica española. Artistas como Ramón Masats, el recientemente fallecido Carlos Pérez Siquier, Francesc Català Roca o Colita (Isabel Steva Hernández) han sabido retratar –a pie de calle– la sociedad española en diferentes momentos.
Configuraciones posibles
A hilo de nuestra anterior entrega, somos conscientes de la incertidumbre que siempre asalta al introducirse en este terreno: ¿Qué equipo utilizar?. Una gran pregunta, repetida hasta la saciedad en fotografía, que no tiene un única respuesta válida. Antes de abordarla, debemos conocer cuáles son nuestras necesidades concretas. La fotografía de calle es una disciplina que por su propia naturaleza prioriza el uso de equipos ligeros, discretos y rápidos de manejar. Bajo este esquema es fácil entender porqué en los últimos años los terminales móviles de gama alta han ido ganando terreno a tenor han mejorado sus características fotográficas y de hecho serán, junto con otros equipos ultracompactos, motivo de otra entrega de esta serie de largo recorrido. No obstante, empeñados en defender la biodiversidad digital, hemos escogido una combinación tan extraña como sugerente: un cuerpo de cámara APS-C de corte clásico –Fujifilm X-Pro3– junto a una óptica manual de extrema luminosidad, Laowa Argus 33mm f/0,95 CF APO.

Esta cámara de óptica intercambiable –presentada por Fujifilm en 2019– monta un sensor X-Trans CMOS de 26 MPX, con unas dimensiones de 23,5 x 15,6 mm, es decir, formato APS-C. Como mencionamos en el primer artículo de esta serie, queremos aportar soluciones diferentes al omnipresente formato 24 x 36 mm. La ventaja de utilizar un sensor APS-C en fotografía de calle es obvia: el cuerpo que lo alberga y todo el esquema de ópticas será por norma más portable y liviano, como ocurre con la X-Pro3.

Respecto a la óptica, con una distancia focal de 33 mm su equivalencia en cobertura visual para el paso universal es de aproximadamente 50 mm, una focal de corte estándar. Algunas de sus características –que desarrollaremos más adelante– son su diafragma de máxima abertura, f/0,95, su reducción de aberraciones cromáticas y esféricas o el enfoque interno. Se trata además de una óptica manual que, a priori, puede no parecernos la indicada para fotografía de calle, pero que nos lleva a construir un tipo de narrativa diferente en torno a la pausa que requiere esta óptica. Cabe añadir que es una óptica también preparada para cine, por su construcción interna, su largo recorrido en el anillo de enfoque y su anillo de apertura de diafragma sin clics en los distintos valores.

En términos económicos: el cuerpo de cámara Fujifilm X-Pro3 ronda los 1.700 y 1.900 euros –dependiendo la opción que se elija– y alrededor de unos 1.300-1.400 euros en el mercado de segunda mano. Respecto al Laowa Argus 33 mm f/0,95 CF APO tiene un precio de 700 euros, no hay referencia de precio en mercado de segunda al ser novedad, recordemos que toda la familia Argus f/0,95 de Laowa fue presentada oficialmente en mayo 2021.
Óptica portable a f/0,95: superficie y eficiencia
El desafío de esta óptica no es pequeño: ha conseguido una abertura extrema –f/0,95– en un tamaño muy reducido a un precio asequible, muy por debajo de otros equipos de mayor tamaño e importe. Como hemos mencionado anteriormente, necesitamos pasar desapercibidos y un uso cómodo del equipo. En este objetivo no solo hemos confirmado esas características, si no que además encontramos en esa abertura f/0,95 con un gran potencial creativo.


Trabajar con una abertura tan grande en la calle con enfoque manual podría parecer contraproducente, por contra nos ha impuesto observar a otro ritmo. La necesidad de recorrer el anillo de enfoque hasta encontrar el punto deseado nos invita a detenernos, nos permite realizar un tipo de fotografía muy pausada y de alguna manera más reflexiva.
Todas las imágenes adjuntas a este artículo están realizadas a máxima apertura, f/0,95. Los juegos entre foco selectivo y diferentes relaciones de profundidad de campo han creado una estética determinada. El contraste, por ejemplo, es notable teniendo en cuenta la complejidad óptica que conlleva trabajar a estas aberturas. Idéntica conclusión podemos sacar del resto de trazas ópticas. El conjunto de lentes especiales –de baja dispersión y alta refracción respectivamente– encargadas de minimizar la presencia de aberraciones cromáticas hacen su labor, mitigando los halos, no obstante no son perfectas. En escenas en las que la luz incide lateralmente y de forma rasante, tomadas a plena abertura, la aberración cromática puede estar presente. También hemos localizado algunos reflejos internos. Ambas cuestiones son razonables y forman parte del eterno compromiso entre calidad de imagen, tamaño de óptica, peso y precio.
Aunque parezca obvio, recordemos que trabajando con diafragma tan abierto optimizamos la entrada de luz al sistema, por lo que no necesitaremos utilizar valores de ISO elevados. Tampoco parece que en 2021 el ruido electrónico sea ya un problema importante a solventar dentro de los equipos profesionales, pero siempre agradeceremos su ausencia.
Círculo de imagen – Para este sensor APS-C (23,5mm x 15,6mm) es círculo de imagen es óptimo para cubrirlo, apareciendo en la máxima apertura del diafragma (f/0,95) un viñeteo ligeramente apreciable.
Iris de diafragma – Como todas las imágenes del artículo han sido realizadas a f/0.95 podemos calcular el iris de todas ellas. Para ellos dividiremos la distancia focal real (no su equivalencia en sensores de 24mm x 36mm) entre el número f que hayamos utilizado (f/0,95 en este caso). Es decir, 33/0,95 = 34,7.
Comparación con sistema 24×36 mm – Para poder establecer una comparación básica con el formato de 24×36 mm deberíamos tener en cuenta su óptica homóloga, lo cual reduce mucho el campo dado que no existen casi referencias vigentes, más allá de referencias prohibitivas. A máxima abertura generaría un enorme viñeteo y le constaría mucho llegar de manera “decente” a las esquinas en términos de nitidez y calidad general. Respecto al diámetro físico del iris nos encontraríamos con un iris de aproximadamente unos 52,7mm. Además se trataría de una óptica mucho más pesada y cara.
Profundidad de campo – Haciendo una comparativa entre los dos tamaños de iris nos damos cuenta de que hay una gran diferencia entre el sensor APS-C y el sensor de 24x36mm que supone una más que notable diferencia en la profundidad de campo.
Hiperfocal – El Laowa Argus 33mm cuenta con una escala de hiperfocal grabada en el tambor del objetivo que hemos usado a la hora de enfocar para todas las imágenes. Además dota a la óptica de una estética clásica.
Eficiencia tecnológica unida a un gran potencial creativo
Todas las imágenes de este artículo se muestran sin ningún tipo de retoque posterior para poder observar cuál es, de facto, el potencial del equipo de manera natural. Hemos hecho hincapié en las posibilidades que nos brindaba la combinación de un sensor APS-C contemporáneo junto con un objetivo de máxima abertura –f/0,95– en un equipo significativamente ligero y pequeño, pero muy potente. Como es lógico, este set de trabajo no es el más adecuado para todos los escenarios, en este artículo proponemos un tipo de fotografía de calle más alejado de la acción y centrado en la reflexión sobre lo que vemos. Para conocer otro tipo de configuraciones os recomendamos visitar el primer artículo de esta serie, Fotografía de calle (I), y estar atentos a las siguientes publicaciones sobre esta temática.
De APS-C a 24×36 mm…
Para complementar la prueba, hemos decidido incorporar al artículo un serie de imágenes tomadas con el objetivo Laowa Argus 33mm f/0.95 junto con la cámara Sony A7r III. Es decir, hemos dado el paso de un sensor APS-C a un sensor de 24×36 mm para ver qué oportunidades nos ofrece.
Sensor 24×36 mm – Como hemos dicho el cuerpo de cámara que hemos utilizado es el de la Sony A7r III, una cámara con sensor de paso universal de 42,4MP. Cuenta con estabilización de imagen de 5 pasos y un amplio rango de ISO hasta 32.000.
A nivel de portabilidad de equipo no existe una gran diferencia entre las dos configuraciones que hemos podido probar. A pesar de la diferencia de tamaño de sensor ambos cuerpos de cámara se nos hacen aptos para poder trabajar en torno a la fotografía de calle. Son equipos considerablemente ligeros y compactos. Una de las grandes ventajas de las cámaras Sony de la serie Alpha es su gran portabilidad teniendo en cuenta el tipo de tecnología que montan y en comparación con otras cámaras de su misma gama.

Ambos objetivos de Laowa, el Argus 33mm f/0.95, fabricado para cámaras con sensores APS-C, y Argus 35mm f/0.95, fabricado para cámaras con sensores de 24×36 mm, mantienen un tamaño y un diseño prácticamente idénticos. Cabe destacar que este último, el 35mm, se fabrica para monturas Sony E, Nikon Z y Canon R, es decir, todas ellas bayonetas de cámaras mirrorless. Todas estas características nos hacen ver que ambas configuraciones son idóneas para lo que nos ocupa en este análisis: la fotografía de calle.

Pero, ¿qué nos ofrece una configuración frente a otra?
Parece que la respuesta es clara: el sensor. Pero sobre lo que debemos reflexionar es hasta qué punto y en qué términos el tamaño y la tecnología de captación de imagen supone una diferencia real entre ambos equipos. No podemos olvidar que el terreno en el que nos movemos es el de la fotografía de calle. Una disciplina en la que se tiende a primar la narrativa frente a la calidad técnica (aunque lo ideal sería que existiese un equilibrio entre ambas).

Por lo tanto, si comparamos con otras modalidades de la fotografía como la reproducción de obras de arte, en nuestro caso no necesitamos tener esos altísimos y tan requeridos niveles de calidad que aportan equipos muy concretos, no debemos obsesionarnos en gran medida en las diferencias entre un sensor APS-C y un mal llamado full frame, si no que más bien debemos focalizarnos en encontrar equipos que, como hemos dicho, nos aportan un equilibrio tanto en narrativa como en calidad técnica.

A pesar de todo esto, sí que debemos tener en cuenta algo muy importante a la hora de hablar de formatos: la distribución de los volúmenes en la imagen. Los diferentes formatos (tanto en digital como en analógico) tienen una manera diferente y característica de interpretar los volúmenes de lo que ponemos delante de la cámara. Este es uno de los motivos por lo que muchos profesionales de la fotografía se están lanzando a la piscina del medio formato o el gran formato: buscando un punto diferenciador de sus imágenes a través de la sensación de los volúmenes. Un ejemplo podría ser Lise Sarfati, que en su proyecto Oh man en el que genera un diálogo entre las personas y los espacios en los que aparecen, utiliza una cámara de gran formato 4×5″ con la que construye unas imágenes que nos dan una sensación de extrañeza.

En este sentido sí que podríamos ver un salto entre la Fuji X-Pro3 y la Sony A7rIII. Pero ya queda a decisión de cada uno, y teniendo en cuenta estas características que hemos puesto sobre la mesa, elegir su equipo ideal, con el que técnica y estética se entrelacen para dar lugar a la imagen.