Cuando recordamos a los grandes nombres de la fotografía, todos evocamos sus obras más representativas e icónicas. O incluso el estilo o género donde fácilmente podemos encuadrarles. Pero, cuando rebuscamos en sus biografías, y en algunos casos en las que podríamos llamar “no autorizadas”, descubrimos que ese mismo fotógrafo realizó trabajos, de los que no sabemos si sentía orgulloso o no, que poco tienen que ver con la imagen que guardamos en nuestra memoria de él.
En ocasiones, como un capricho creativo que se dio en un momento de su carrera, pero en otras, movido por el pragmático y lícito hecho de querer salir adelante económicamente hablando. Para qué engañarnos, eso de vivir sólo de vender fotografía de autor en copias rigurosamente numeradas, hasta hace unas pocas décadas, lo hacían muy escasos fotógrafos. Y hoy, poquitos más.
Aunque realizar trabajos comerciales… sí, ¡por encargo!… parece significar manchar las impolutas manos de algunos autores, y huyen de incluirlo en sus radiantes biografías y web personales, de algo hay que vivir. Como vamos a ver en esta serie que comienza hoy, hasta los más legendarios lo han hecho. Y lo hacemos a lo grande, porque pocos fotógrafos tienen el alcance global que logró Ansel Adams (1902-1984). Un verdadero clásico de la fotografía, de los que se estudian en cualquier rigurosa historia del medio, como bien se hace con Velázquez o Goya en la pintura.
Podríamos denominar a Ansel Adams como el poeta de lo sublime, capaz de extraer una belleza casi divina de los paisajes norteamericanos, con ese blanco y negro técnicamente perfecto. Creador del conocido sistema de zonas, fundador del Grupo F/64 y de la revista Aperture, y con seguridad uno de los más influyentes teóricos y técnicos de la fotografía del siglo XX. Marcado de por vida por una visita que realizó con su familia a la edad de 14 años al parque natural de Yosemite, se acabaron vendiendo muchas de las fotografías que realizó allí por decenas miles de dólares. Pero siempre, con un innegable impulso conservacionista, que le hizo relacionarse con el club ecologista Sierra Club durante buena parte de su vida.

Era un maestro de gran minuciosidad, hasta el punto de realizar decenas de copias en el positivado antes de conseguir la que él consideraba perfecta. Y en ese punto es donde podemos decir que Adams traspasó la frontera de la técnica para convertirse en un verdadero artista. El fotógrafo norteamericano interpretaba lo que tenía delante de sus ojos, tan subjetivo como el propio estado cambiante de la naturaleza, y empleaba un proceso que no terminaba hasta que su propia idealización del paisaje se plasmaba sobre el papel.
Pero, como hemos hablado al comienzo, esas excelentes obras no le permitieron una dedicación plena a lo largo de su carrera a lo que era su gran pasión, la fotografía de paisaje, y sufrió delicados apuros económicos que provocaron que tuviera que aceptar muchos encargos comerciales alejados de esos parques naturales de los Estados Unidos a los que tanto amaba. Unos trabajos que para nada significaron un desdoro para Adams, aunque, como suele suceder en estos casos, el paso del tiempo suavizó su manera de contemplar esta labor. En su autobiografía, publicada en 1984, afirmaba:
“Yo realicé numerosos encargos a lo largo de mi carrera. Con algunos disfruté, y otros acabé detestándolos, pero de todos aprendí. El fotógrafo profesional está sujeto a presiones y ajustes que hacen que su trabajo parezca en ocasiones casi imposible. Pero aprender a finalizar ese tipo de encargos es muy reconfortante, ya que te hace desarrollar la disciplina y la fiabilidad. Hay estudiantes y artistas que, desde sus torres de plástico particulares, desprecian la fotografía comercial como una forma de prostitución. Pero yo aprendí mucho de la fotografía comercial y de ninguna manera lamento el tiempo y el esfuerzo dedicado a ella”.
– Ansel Adams
Aunque, en cambio, muchos años antes, en 1938 y en plena etapa creativa, sentía una profunda frustración por no poder dedicar todos sus esfuerzos al tipo de imágenes que más le atraían:
“Tengo que hacer algo en un futuro relativamente cercano para recuperar el camino correcto en la fotografía. Estoy demasiado ocupado con trabajos comerciales, necesarios por razones prácticas, pero que restringen mi trabajo creativo”.
– Ansel Adams

Entre su lista de clientes se encontraban empresas como IBM y AT&T. Para ellos realizó todo tipo de imágenes. Desde fotografías divulgativas de sus actividades, hasta trabajos de sus instalaciones y productos. Todo con el riguroso estilo compositivo de Adams, alejado de su hábitat natural, pero utilizando la misma precisión y perfección.
También colaboró con empresas más relacionadas con el mundo fotográfico, como Kodak y Zeiss. Por ejemplo, para la empresa norteamericana realizó alguno de los célebres y enormes Coloramas, que la compañía de Rochester utilizó como soporte publicitario durante casi 40 años. Aquí es difícil reconocer a Adams dentro de esas imágenes panorámicas, llenas de explosivos colores. Imágenes idílicas, plenas de los mejores encantos del sueño americano, y que “cualquiera” podía conseguir si adquiría alguno de los productos Kodak.
Como tantos otros fotógrafos de su generación, Ansel Adams también llegó a trabajar para la “biblia” de las revistas ilustradas, Life Magazine. Por ejemplo, realizando la fotografía de la portada de diciembre de 1938. Curiosamente, en la versión digital de Life, ya la única que queda, fue elegida una de las 20 peores portadas de su historia. No sé si tendría algo que ver con ese pobre resultado, pero en esa misma época se trasladó a vivir cerca del Parque de Yosemite, tomando las fotografías que reuniría en su primer libro de imágenes de naturaleza, Sierra Nevada: The John Muir Trail, publicado en ese mismo año de 1938.

También para Fortune Magazine, la competidora de Life en la época, realizó encargos el fotógrafo californiano. Entre ellos se incluyó un reportaje sobre la industria de la aviación en Los Ángeles, que se convirtió también en una excusa para fotografiar desde todos los ángulos posibles a la gran urbe del oeste norteamericano, allá por 1940, precisamente antes de su increíble crecimiento. En total, un resultado de 217 fotografías, que más tarde fueron donadas a la Biblioteca Pública de Los Ángeles.

No podemos decir que se trate de un trabajo especialmente memorable de Ansel Adams, que parece no encontrar su sitio dentro del ajetreo propio de un paisaje urbano. Hablando de este encargo, hasta el propio autor reconoció que “hacía mal tiempo y ninguna fotografía era muy buena“, e incluso llegó a escribir “no las quiero de vuelta“, en la carta que acompañó a la donación que realizó a la biblioteca de la capital californiana.

Seguramente, los dos trabajos más interesantes que Adams realizó por encargo fueron Fiat Lux y The Story of a Winery. El primero de ellos surgió en 1964 por iniciativa de Clark Kerr, presidente de la Universidad de California. Pretendía dejar para la posteridad un gran documento del impacto a todos los niveles que producía la más importante universidad del estado. El proyecto fue realizado junto a la escritora Nancy Newhall, y se alargó durante tres años, inmortalizando los nueve campus que componían la universidad, junto a su red de centros de investigación, reservas naturales y extensiones agrícolas.
En total, hasta 6700 negativos acumuló Adams de este trabajo, que culminó en 1967 con la publicación del libro correspondiente. Aquí sí que podemos decir que Adams pudo desplegar todo su saber hacer, con tiempo para conseguir una composición milimétricamente estudiada, apoyada incluso, cuando era necesario, en una previa escenificación.

En The Story of a Winery documentó el nacimiento de la industria vinícola en California y, en concreto, centrado de forma especial en las Bodegas Paul Masson, que fueron quienes inicialmente encargaron el trabajo, aunque luego fue ampliado y financiado también por el Instituto Smithsonian. En esta ocasión colaboró con Pirkle Jones, uno de sus antiguos estudiantes y asistentes.
Juntos, retrataron entre 1962 y 1966 todo el proceso necesario para producir una botella de vino, desde la preparación del terreno hasta la recogida de la uva. Un verdadero compendio, que incluía retratos de los trabajadores e imágenes de los espacios naturales y arquitectónicos.

Adams continuó realizando encargos comerciales hasta la década de 1970, cuando ya casi con 70 años decidió centrarse únicamente en su obra personal. Por lo tanto, podemos decir que, con mayor o menor intensidad, compaginó casi durante toda su carrera como fotógrafo sus dos grandes caras. El lado más popular, con sus extraordinarios paisajes, y esa parte más oculta, pero necesaria en el plano económico, que le llevó a trabajar a sueldo de empresas privadas de todo tipo. Por no hablar tampoco de su encomiable labor educativa y divulgativa de la fotografía. Un titánico conjunto que pone aún más en valor el extraordinario legado que dejó para la posteridad Ansel Adams.
7 Responses
Buen artículo!
Muy interesante todo lo que se dice; revelador de la evolución de la fotografía. No querer ver que la compañía Kodak hizo que la fotografía llegara a ser popular, en todo el alcance de la palabra, sería engañarse.
Por otra parte recomiendo la descarga de fotos de Ansel Adams en la página de la Library of Congress. No sólo hay enormes reproducciones de las fotografías de Yosemite sino que están también las que realizó en “El Manzanar”, el campo de internamiento (durante la Segunda Guerra Mundial) de los norteamericanos de origen japonés.
Como siempre, enhorabuena por estos artículos.
Muchas gracias, Joaquín. Un placer escribir para lectores que valoran este tipo de artículos, y que además aportan datos como lo que comentas de la posibilidad de descarga de las fotografías de Ansel Adams.
Fantástico artículo.
No he entendido nunca la razón por la que se ponen en duda los encargos. Ya le gustaría a más de uno a día de hoy poder dedicar varios años a un encargo como el de la empresa vinícola en California. Todo un lujo desde mi punto de vista.
Siempre depende de como uno se plantee los encargos, ya que pueden ser una razón para aprender y desarrollar nuevas técnicas y al mismo tiempo crecer como artista.
Un saludo y enhorabuena por vuestro trabajo.
Ruego perdón. Las fotografías de Yosemite en la Library of Congress no son de Ansel Adams sino de Carleton E Watkins; error por confiar en la memoria.
En la dirección
http://anseladams.com/ansel-adams-commercial-photography/
se lee que en su cuarto oscuro de Yosemite tenía un poster en el que aparecía él mismo fotografiando a un grupo de escolares, con el siguiente pie de foto:
«Incluso Ansel Adams tenía que ganarse la vida»…
Pertenecía a un compendio humorístico que reunió Orlando, uno de sus ayudantes, bajo el ilustrativo título de “Verdades fotográficas”…
Saludos y gracias a David por subir el listón de calidad.
Un dato más. Hace algunos años, en un viaje por la zona de California, descubrí la faceta de retratista de Ansel Adams, que fotografió a miles de indígenas, la mayoría navajos, como parte de la documentación para el censo del gobierno. La mayor parte de ese trabajo eran fotografías de carnet. Saludos.