Pocos artistas contemporáneos despiertan tantas simpatías y antipatías como Cindy Sherman (1954). La artista estadounidense, una de las creadoras más influyentes de las últimas décadas, ha hecho de la performance en la fotografía su sello personal, creándose roles donde ella se sumerge con todo tipo de maquillaje y atrezo. Su trabajo más reconocido tal vez sea su segunda serie, ‘Untitled Film Stills’ (1977-1980), donde, adaptándose a la estética del cine negro, aparece interpretando los típicos papeles femeninos de aquellas películas: femme fatale, prostituta, ama de casa, mujer insegura y en peligro… todo un maravilloso reguero de clichés, compilados en 69 fotografías en blanco y negro sin título, mostrando Cindy Sherman una extraordinaria capacidad camaleónica. Ya desde un principio se nos presenta como una artista multidisciplinar, capaz de crear y a la vez presentarse delante de la cámara con igual soltura, ocupándose ella misma de todas las fases de producción de sus obras.

Son imágenes ambiguas, artificiosas, muy teatralizadas, propias de la estética y el planteamiento siempre excesivo y extremo del film noir, donde los estereotipos se solían repetir de una a otra película. Aunque también hay en algunas de las obras el poso del neorrealismo italiano, el cine francés de los años 50, la serie B y el género de terror. Así, en este compendio cinematográfico, Sherman encuentra un espacio perfecto para explorar el papel de la mujer dentro de la cultura popular occidental, convirtiéndose en la abanderada de toda una generación de artistas femeninas y feministas que surgieron en la década de los 70.

Los ‘Untitled Film Stills’ nos recuerdan de alguna manera el carácter narrativo de obras de autores posteriores, como Gregory Crewdson, donde el momento congelado en el tiempo es sólo un instante dentro de una historia que el espectador debe desentrañar en el interior de su mente. Son imágenes que generan preguntas que ni siquiera pueden ser atisbadas por el inexistente título de las obras, más allá de una mera enumeración. No se trata de autorretratos, como ha señalado la autora en numerosas ocasiones. Ella no es ella, es un papel dentro de un guión que utiliza como base una atmósfera general, más que referentes espaciales o temporales. Con pocos recursos, Sherman es capaz de crear un discurso potente y bien articulado, con una indudable fuerza expresiva. Incluso buena parte de las fotografías fueron realizadas en su propia casa, ocupándose su padre en alguno de los casos de apretar el obturador. A diferencia de las obras posteriores, en este caso las imágenes se presentan en pequeño formato y de manera austera, y con una estética envejecida de fotografía antigua.

Después de ‘Untitled Film Stills’, llegó Rear Screen Projections (1980), que podríamos catalogar de versión en color de su anterior proyecto, pero esta vez expuesto como imágenes retroproyectadas. Más recordada es seguramente su serie Centerfolds (1981). Se trata de una continuación de sus dos previos trabajos, siguiendo la numeración de ‘Untitled Film Stills’, pero esta vez centrados en la mujer como objeto de violencia, apareciendo siempre en situaciones de angustia, y representada bajo los efectos de la violencia doméstica, sexual o psicológica. Precisamente a este proyecto pertenece su obra Untitled #96 que en 2011 alcanzó la astronómica cifra de 3,8 millones de dólares en una subasta de arte. En ese momento, se erigió en la fotografía más cara de la historia, y puso, para bien o para mal, a Cindy Sherman en el disparadero de la fotografía artística, donde detractores y seguidores discutieron acaloradamente sobre el valor de su obra.
También de récord fue la compra que realizó el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) de la serie completa de ‘Untitled Film Stills’ por la cifra de un millón de dólares. Todo un conjunto de proezas económico-artísticas que han elevado el caché y la trascendencia de Cindy Sherman hasta formar parte de cualquier top-ten de listas de artistas contemporáneos que se precie, Premio Hasselblad incluido. Pero, que los apabullantes números no nos cieguen al analizar la obra de la creadora de New Jersey, sin duda esencial en el uso de la fotografía y la performance como elemento de análisis de la imagen y los estereotipos en el mundo del arte y la cultura. Sus obras se sustentan en un profundo análisis de los referentes que sirven de base a la creación de la ideología occidental dominante, principalmente en relación al papel de la mujer.

En otra conocida serie, ‘Retratos Históricos / Grandes Maestros’ (1988-1990), Cindy Sherman adopta el papel de los protagonistas de muchas grandes obras de arte, como el Baco enfermo de Caravaggio. Como en muchos de sus trabajos, el artificio convive con la perfección, y un conjunto equilibrado y potente, esconde maquillajes exagerados o prótesis excesivas. La verdad y la mentira de la verdad en el arte puesta una vez más de manifiesto.

Conociendo el uso del maquillaje, los postizos y cualquier tipo de atrezo corporal por parte de Cindy Sherman, no es de extrañar que entre las numerosas alianzas comerciales que ha formado a lo largo de su carrera, una de ellas haya sido con la marca de cosméticos MAC, en 2011. El maquillaje, ya fuera como elemento de parodia, de sátira o como puro complemento actoral, ha estado siempre presente a lo largo de sus numerosas series. No sabemos si las habituales compradoras de maquillaje se encontrarían reflejadas en el uso que hizo de la gama de colores de MAC. Tres imágenes fuertemente saturadas, cada una usando diferentes paletas cromáticas, donde Sherman se transforma en un payaso, en una ingenua joven-muñeca y en una excesiva mujer con un toque inquietante.

En 2010, unió su creatividad a la legendaria marca de moda Balenciaga. Usando su ropa, Cindy Sherman adoptó variadas personalidades, con poses inspiradas en las características fotografías de fiesta donde cada uno intenta mostrar lo divertida, interesante y envidiable que es su vida. Seis fotografías donde se nos aparece como una fashion victim y una clubera, entre otros personajes.

También han sido muy numerosas las colaboraciones con revistas punteras, como W Magazine, Pop, y especialmente, Harper’s Bazaar. Para esta última publicación realizó un curioso trabajo inspirado en la llamada ‘Street style photography’ y en las ‘it girls’, que van marcando tendencia a base de lucir la ropa publicitada a través de ellas por las marcas. Como siempre en su trabajo, mucho ‘fake’ y mucho artificio, poniendo de manifiesto la propia vacuidad de ese mundo. Algo que muestra el poderío de la artista. El que quiera ponerse en sus manos debe saber que su libertad y personalidad creativa está por encima de todo.

Para pasear por el trabajo de Cindy Sherman es evidente que hay que dejar los prejuicios a un lado, e investigar en las causas y motivaciones que han movido cada una de sus series. Un arte profundamente narrativo que analiza la sociedad del momento, y que surge de un planteamiento constructivo donde cada pieza tiene un significado. Para los que valoran una fotografía desde un prisma puramente estético, sus obras podrían considerarse como burdas y mal ejecutadas. En cambio, los que conecten más con la imagen reflexiva y prefieran indagar e investigar en la obra como un conjunto de contenido y continente, más allá de las apariencias, descubrirán con gozo una manera artística de plantear preguntas e indagar en buena parte de los cimientos sociales y culturales sobre los que se asienta el pensamiento popular contemporáneo.