Pocos pueden dudar ya de lo que ha significado y significa Martin Parr (1952) en la fotografía contemporánea. Creador de un ácido sentido visual, heredero de los grandes de la fotografía de calle, pero con el añadido de una capa de irreverente ironía, el autor británico se ha convertido en uno de los mejores documentalistas de la sociedad actual. Parr se ha reído de todos nosotros, porque todos en algún momento de nuestra vida nos hemos comportado como alguno de los protagonistas anónimos que desfilan por sus proyectos. Pero también de él mismo, porque nadie disfruta tanto del lado ‘kitsch’ de la existencia humana.
Es de esos creadores que han conseguido crear un sello propio. Un autor que es fácil reconocer cuando ves una obra suya, por mucho que sea uno de los fotógrafos más imitados. Y que no nos dejen engañar las apariencias, el creador británico es un erudito amante de la fotografía, amor que deja fluir allá por donde pasa. Sea mediante su labor didáctica, como editor, como coleccionista de fotolibros, o mediante esos dos espléndidos volúmenes de The Photobook: A History, escritos junto a Gerry Badger, y que son indispensables para cualquier devoto de los libros de fotografía y de la imagen en general.

El trabajo de Martin Parr ha tenido dos grandes influencias. Por una parte, la de otros fotógrafos británicos contemporáneos, principalmente del malogrado Tony Ray-Jones (1941-1972), muerto a temprana edad por una leucemia. En los años 70, cuando Parr estudiaba fotografía en la Universidad Politécnica de Manchester, le gustó de Jones la ‘anarquía y ambigüedad’, y esos ‘contrastes y esa excentricidad’ que reflejaban de forma bizarra la sociedad inglesa del momento. Inspirado por él, Parr realizó The Non-Conformists, dos años después de la muerte de Ray-Jones. Influencia que continuó en los siguientes proyectos de Parr, centrados en Inglaterra, como ‘Bad Weather’ (1982) y ‘A Fair Day’ (1984).

Por entonces, ya había dejado un poso hondo en la retina de Parr la otra gran referencia que se hizo notar en su trabajo posterior, la de la generación americana de fotógrafos en color: Stephen Shore, Joel Meyerowitz, Joel Sternfeld, William Eggleston… De esta manera, entre los años 1982-1985, realizó su primer proyecto policromático: The Last Resort: Photographs of New Brighton. Básicamente, los intereses siguen siendo los mismos, la clase media inglesa y sus comportamientos sociales, pero aquí profundiza su carga irónica y acentúa su demoledora irreverencia. La visión del artista británico se hizo más histriónica con su paso al color, donde el uso del flash y la saturación refrendaron su corrosivo punto de vista, siendo ya las señas de identidad que le han acompañado hasta la actualidad.

En The Cost of Living (1987-1989) siguió documentando los comportamientos de sus conciudadanos. Fiestas privadas, supermercados, compras… el ojo clínico y observador de Parr seguía construyendo un gran panorama de la población británica. Una visión que dejó las islas, para hacerla global, en los siguientes proyectos. Especial relevancia tuvo Small World (1987–1994), posiblemente su trabajo más reconocido y el que le abrió las puertas de la fotografía internacional. Un potente conjunto de obras centradas en el turismo, y su universalización como forma de ocio de masas, con la consiguiente trivialización y banalización de los grandes espacios naturales y arquitectónicos. Se trata posiblemente de uno de los grandes estudios sociológicos que la fotografía ha realizado del mundo contemporáneo. Por supuesto, con esa vuelta de tuerca, con ese giro mordaz característico de Parr, que siempre consigue dejarnos a medio camino entre el espanto y la carcajada.

Durante estos últimos años, el autor inglés ha seguido el mismo intenso ritmo de trabajo, sumando ya más de 40 libros publicados y un buen número de reconocimientos y premios a nivel mundial. ‘Common sense’ (1995-1999) y ‘Luxury’ (2005-2009), son dos nuevos ejemplos de esa continua observación del mundo actual. Y en ese delicioso libro titulado ‘Autoportrait’ (2015), recopila retratos realizados a él en los típicos estudios de retrato de todo el mundo, y con esos fondos locos que gustan a la población local o diseñados para turistas. Desde 1994, es miembro de pleno de derecho de la Agencia Magnum, donde ha llegado a ocupar la presidencia. Todo ello a pesar de la fuerte oposición que hubo a su entrada entre la parte más “clásica” de Magnum Photos, horrorizados por su estilo transgresor y poco fotoperiodístico. Y, como tantos creadores, también ha tenido varios coqueteos con otros mundos diferentes a su famoso recorrido documental.
La revista de moda Grey Magazine acostumbra a acoger en sus páginas a fotógrafos que nada tienen que ver con ese tipo de imágenes, pero que prueban a dar una idea diferente de lo que es el género, intentando poner su granito de arena personal en las instantáneas. Uno de ellos ha sido Martin Parr, que firmó un editorial de moda para la publicación en su número de primavera-verano de 2013, con el título de Daily Chores. Y, la verdad que no se puede decir que se trate de un gran trabajo, ni de fotografía de moda en sí, ni como imágenes donde encontremos el toque ácido e irónico de Martin Parr, que podía haber dado mucho juego con otro planteamiento. Bien es cierto que muchas veces el fotógrafo de moda se convierte en un mero ejecutor. Pero si es el caso de Parr, hubiera sido una lástima pensar que un nombre así no haya podido controlar este encargo de mejor manera, intentándolo llevar a su terreno, ya que las imágenes se quedan en nimios guiños con el juego de la madre y la hija.

Acompañado de la espectacular Cara Delevingne, en 2014, realizó un trabajo publicitario junto a la marca Diesel, para la revista Ponystep. Un trabajo pulcro, bien resuelto, sin tampoco mucho que destacar. Algún objeto ‘muy británico’ es lo único que encontramos como referente de su obra, en una serie demasiado ‘naif’ para el artista inglés.

Más interesante, en cambio, es el encargo que realizó en 2015 para el emporio del lujo LVMH, trabajando con algunas de las principales firmas del grupo, como Valentino, Gucci, Prada, Guerlain y Dior. Un banquete en un suntuoso restaurante, con elegantes invitados, es el escenario de este trabajo, donde Martin Parr tuvo plena libertad creativa. Sí encontramos aquí parte de su impronta en esos primeros planos de objetos, aunque todo está más estilizado que en su obra personal.

Seguramente, conociendo el carácter del artista nacido en la ciudad de Epsom, siempre con un ávido sentido fotográfico, estos trabajos comerciales le sirvan para desconectar y curiosear en otros campos de la imagen, de alguna manera enriquecedores. Y disfrutará como un auténtico niño. Pero, para nosotros, Martin Parr será siempre el encargado de sacar los colores a la sociedad contemporánea. Con el incisivo ojo de Martin Parr, que, como el mejor cirujano, sabe dónde colocar su bisturí fotográfico para describir de la mejor manera posible lo que tiene delante de su cámara.
3 Responses
Interesante lectura, pero se echan en falta más fotos, apenas hay 2 o 3 de su estilo más característico. Y casi se habla más de los trabajos de Parr que no le gustan al autor del artículo que de los que le gustan.
Hola, Pepe. Muchas gracias por interesarte por el artículo y por el comentario. La idea de esta sección (“La Cara B”) es rescatar la parte menos conocida de importantes fotógrafos. Autores que son conocidos por sus trabajos documentales, artísticos o fotoperiodísticos, pero que también han realizado encargos comerciales o publicitarios. De ahí que ese trabajo menos popular ocupe una gran extensión dentro del artículo. Adoro a Martin Parr, pero su trabajo comercial y publicitario me parece bastante vulgar.
Ah, perfecto, ninguna objección, entonces. Es más, me parece una iniciativa muy interesante. Voy a leer alguna “Cara B” más ;). Muchas gracias por responder.