La consolidación del formato novela gráfica en el panorama del cómic mundial, más allá de las modas y las confusiones terminológicas, ha propiciado en los últimos años la aparición de una serie de contenidos que, hasta ahora, habían tenido una escasa presencia en el mercado de la historieta: relatos autobiográficos, reportajes, libros de viaje, crónicas periodísticas, entre otros ejemplos, han encontrado un acomodo ideal en estos tebeos de tapa dura y de formato similar al libro. En dicho entorno creativo, la figura de Sacco se ha convertido en una referencia imprescindible.
Joe Sacco (Malta, 1960), journalist and cartoonist –según reza con atinada precisión la madre de todas las enciclopedias-, ha desarrollado desde mediados de los años noventa una ingente labor creativa e investigadora que se ha concretado en un conjunto de títulos de lectura obligada, no solo para los aficionados a la narrativa secuencial sino también para cualquier persona que quiera entender muchos de los conflictos que han definido el mundo tal y como lo conocemos. Palestina. En la franja de Gaza (1996), Gorazde (2000) y La Gran Guerra (2013) son probablemente sus obras fundamentales y en cada una de ellas el autor se sumerge en tres conflictos bélicos; respectivamente, uno vigente, otro recién acabado y el último, remoto en el tiempo.

Palestina. En la franja de Gaza es la primera obra de Sacco y en ella el autor retrata sus estancias en esta zona a inicios de los años noventa, poco después de la primera Intifada. La dramática situación de la población en los campos de refugiados y la denuncia de las actuaciones de las autoridades israelíes se muestra en un libro abigarrado y denso; un grafismo de filiación expresionista se combina con una casi asfixiante composición de las páginas donde las viñetas se desbordan y los textos se superponen, unos sobre otros, en un reflejo de la situación caótica, desordenada y convulsa que quiere dar a conocer y denunciar. El libro, implacable y riguroso, descubrió a muchos lectores la potencialidad del lenguaje del cómic para elaborar un discurso que hasta ese momento era exclusivo de la tradicional crónica o del reportaje periodístico; leer Palestina más de veinte años después de su realización es una experiencia turbadora, no solo por lo que nos expone con crudeza Sacco sino porque, cerca de un cuarto de siglo después, las tensiones de Tierra Santa no han hecho más que recrudecerse.

Gorazde es un libro atroz y, sin duda, una excelente puerta de entrada para intentar entender las guerras de desintegración de Yugoslavia. De igual manera a como ocurría en Palestina, Sacco va más allá del reportaje y crea una obra que trasciende una determinada coyuntura histórica para mostrar un retrato de las miserias –muchas- y grandezas –escasas- de la condición humana. Sacco viaja a Bosnia Oriental cuando parece haberse apaciguado el fragor del combate y contempla los paisajes después de la batalla; la desesperanza y el extravío, el hastío cotidiano de los habitantes de Gorazde con los que convive Sacco, se combina con el relato de los hechos acaecidos durante los devastadores años del conflicto. La impunidad del mal y su demoledor triunfo, acaecido ante la indiferencia de la opinión pública mundial, constituyen un documento de una fuerza moral arrolladora.
Sacco viaja armado de su cuaderno de dibujo, una grabadora y una cámara fotográfica –los smartphones aún eran una fantasía de ciencia-ficción en el fin de siglo- y se sumerge en la realidad que quiere conocer; lo hace con tal intensidad que las conversaciones, confidencias, charlas y tertulias le hacen establecer intensos lazos emocionales con sus interlocutores.
El proceso para convertir todo este material informe es complejo y, para no engañar al lector sobre su punto de vista, Sacco se dibuja a sí mismo en sus relatos, con su gorra calada y sus gafas de cristal blanco –y aparentemente opaco- donde siempre se esconde su mirada. No es casual; el autor entabla una lucha –sospechamos que titánica- para buscar un equilibrio entre el rigor informativo y la inevitable pulsión subjetiva que emana de sus estancias en los territorios de conflicto. Como los legendarios reporteros de los años veinte y treinta –Egon Erwin Kisch, Joseph Kessel, Albert Londres o Ernest Hemingway-, el autor maltés relata su particular experiencia e intenta objetivar unos hechos siempre complejos y, con frecuencia, contradictorios. Se siente un privilegiado, abrumado por un singular sentimiento de culpa –él va a poder escapar de los infiernos– pero, al mismo tiempo, experimenta la exigencia del compromiso con las causas, con frecuencia, perdidas.
El dibujo de Sacco parte necesariamente de su archivo fotográfico, elaborado in situ en los lugares de conflicto, y de aquellos apuntes del natural que puede haber tomado, pero todo ello es sometido a un riguroso tratamiento expresivo que da coherencia a su discurso gráfico e ideológico. Con frecuencia, a la hora de hablar de su dibujo, se ha relacionado su estilo con el de Robert Crumb, uno de los patriarcas del cómic underground e independiente de los Estados Unidos. Ahora bien, quizás para entender mejor su propuesta deberíamos buscar analogías con otras figuras; por un lado, sobre todo en Palestina, la influencia de Basil Wolverton y su expresionismo gráfico parece evidente; en cambio, en Gorazde vemos muy claramente la influencia de John Totleben y Stephen Bissette, los dibujantes del horror; ambos ilustradores, especialmente a partir de su trabajo con Alan Moore en Swamp Thing, abrieron nuevos caminos expresivos en el campo de terror por los que Sacco transita, sobre todo cuando su relato se sumerge en los episodios más oscuros y espeluznantes del conflicto balcánico.

En La Gran Guerra el planteamiento es considerablemente distinto, como si el autor desease indagar en nuevas propuestas expresivas que rompan la dinámica del reportaje vivencial. En este trabajo, documentado con máximo rigor, Sacco quiere realizar una crónica gráfica del primer día de la batalla del Somme -1 de julio de 1916-, un episodio brutal de la Primera Guerra Mundial que se saldó con 20.000 bajas en el ejército británico y más de 7.000 en el alemán. Para llevar a cabo un empeño de esta envergadura, el autor rompe los paradigmas del lenguaje del cómic y crea un álbum desplegable de siete metros constituido por una serie de veinticuatro grandes ilustraciones encadenadas. La propuesta es radical, es decir, va a la raíz del lenguaje del cómic pues, según explica el propio Sacco, su referente gráfico es el tapiz de Bayeaux, el monumental tejido en el siglo XI que rememora la batalla de Hastingns a través de una dinámica secuencial que algunos estudiosos consideran un protocómic.
Sacco subtitula su trabajo An illustrated panorama. Por un lado el concepto conecta con los panoramas, monumentales pinturas para ser vistas en 360º que tuvieron gran éxito hasta inicios del siglo XX; de hecho, en el Musée de l’Armé ubicado en Les Invalides de París se conservan fragmentos de la espectacular Bataille de Champigny, pintado por Édouard Detaille y Alphonse de Neuville que rememoraba en sus más de 100 metros la devastadora batalla de la guerra franco-prusiana. Pero por otra parte, y esta nos interesa especialmente, este illustrated panorama evoca los panoramas fotográficos –hoy tan en boga- que constituyeron una novedad técnica a inicios de siglo y que fueron abundantes para documentar los ejércitos y escenarios de la Gran Guerra. Al modo, pues, de los referentes pictóricos y fotográficos, Sacco crea su propuesta dotando la composición de estructura secuencial de arrolladora fuerza expresiva.
Para este proyecto, Sacco se documentó obsesivamente en los archivos de imagen, en especial en el Imperial War Museum de Londres, donde miles de instantáneas retratan la vida cotidiana de los soldados en las trincheras, los paisajes, los personajes, el armamento, la devastación…. Los escenarios de la batalla de la Somme se encuentran a poco más de una hora en coche desde París y su visita constituye una experiencia única, tan demoledora como necesaria, y no hay duda de que el libro de Sacco ayuda a entender lo ocurrido en una batalla que se prolongó durante meses y que se cobró, finalmente, más de un millón de bajas. En La Gran Guerra el reportero y viajero se ha transformado en el historiador, el documentalista, el estudioso que mira el objeto de su estudio desde la distancia temporal, pero de igual manera que en los casos de Palestina y Gorazde, Sacco concibe su trabajo como un instrumento de denuncia, un agitador de conciencias que rehúye el panfleto reduccionista. Las guerras de hace cien años, las de hace veinticinco o las que aún siguen vivas constituyen el triunfo de la barbarie humana y Sacco sabe que es necesario entenderlas y analizarlas a fondo.
Tras la Gran Guerra, cuando aún esta se llamaba así porque parecía imposible una segunda guerra de estas dimensiones, fueron diversos los autores que a través de sus novelas describieron la gran matanza; Erich Maria Remarque, Ernest Hemingway, Gabriel Chevalier o Henri Barbusse, entre muchos, denunciaron unos acontecimientos terribles en la historia de la humanidad. Sacco sabe que la valiente y comprometida labor de estos escritores no sirvió de mucho pues, pocos años después, el mundo se hundió en una devastación aún más terrible; pero no por ello ceja en su empeño de denuncia. Sabedor de la fuerza de la imagen, y siendo un maestro en el dominio del dibujo y del lenguaje de la historieta, Sacco decide escribir y dibujar algunos de los mejores reportajes que hoy por hoy podemos leer sobre la barbarie y el sinsentido que se encierran en los conflictos bélicos; quizás hoy Erwin Kisch, Kessel, Remarque y Hemingway habrían escrito novelas gráficas.