Tras el anuncio de su desarrollo en Photokina, su lanzamiento oficial a finales de mayo y nuestras primeras impresiones publicadas hace unas semanas, probamos ahora de manera extensa la nueva Fujifilm GFX 100, analizando su rendimiento en diferentes ambientes.
Este modelo, actual buque insignia de la compañía, corona la familia de formato medio digital GFX con un equipo de 101 Mpx, un estabilizador de cinco ejes incorporado en el cuerpo de cámara, grabación de vídeo 4K y un sistema de autofoco totalmente mejorado respecto a la generación anterior –GFX 50S/50R– por la inclusión de píxeles de detección de fase (PDAF). Una suerte de X-T3 hipervitaminada con características muy sugerentes.
Diseño y manejo
Como era de esperar, la construcción de esta cámara corresponde a la perfección con su jerarquía: un producto robusto, acabado con los mejores materiales. Se trata de una herramienta profesional pensada para trabajar en distintos contextos y tipologías del sector fotográfico profesional.

Construida en aleación de magnesio, la GFX 100 rompe la línea de diseño propuesta por sus anteriores modelos incluyendo una empuñadura vertical integrada en el cuerpo.

Haciendo hincapié en su polivalencia, especialmente para aquellos profesionales que decidan sacar el equipo del estudio, dispone de múltiples juntas de sellado para ofrecer una elevada resistencia al polvo y la humedad.

Gracias a estas decisiones, la ergonomía es especialmente positiva al contar con el espacio adicional de este grip integrado. Los diferentes botones, controles y diales se reparten de manera equivalente en los dos modos de agarre; horizontal o vertical. Con un peso total –baterías y tarjetas incluidas– de 1,4 Kg, la sensación en mano es sorprendentemente ligera.

El agarre del cuerpo de cámara se presenta sólido y firme, incluso con una mano. Al sumarle las diferentes ópticas el reparto de pesos con dos manos es cómodo y equilibrado. Esta sensación se ha mantenido con los tres objetivos que hemos usado durante esta prueba, ópticas de formato medio relativamente voluminosas que van desde los 45 mm hasta los 250 mm.

Teniendo presente los diferentes escenarios de trabajo, existe un elenco de soluciones añadidas en el cuerpo de cámara que entendemos versátiles a tenor de la naturaleza del trabajo a realizar. Por ello, justificamos la existencia de tres pantallas, dos de carácter informativo de cara a la toma y la tradicional pantalla trasera LCD para revisar los archivos y componer la escena.
Centrándonos en las dos primeras, usadas como información de apoyo, destaca la pantalla LCD monocroma superior de 1,8″ y 303 x 230 puntos de resolución. Este panel presenta una alternativa digital a las tradicionales ruedas moleteadas tan llamativas en los anteriores modelos de las serie X y GFX de la compañía. En búsqueda de una mayor compacidad –y quizás también una simplificación en la mecánica y sellado del panel superior– se suplantan estos controles físicos a favor de una representación gráfica de éstos. Información que podremos conmutar por otras propuestas más convencionales o personalizadas a través de una simple pulsación del botón contiguo, situado en el extremo inferior derecho.

Intuimos aquí un posible cambio de filosofía en futuros modelos de Fujifilm, donde también se imponga una mayor intervención de las pantallas frente a los diales y ruedas de control físicas. Personalmente la solución gráfica nos parece original pero de momento preferimos la inclusión de generosos diales y ruedas moletedas, fáciles de memorizar táctilmente sin separar el ojo del visor.
Las decisiones de espacio siempre tienen sus sacrificios, en esta ocasión al otorgar más importancia a esta pantalla superior, un minúsculo y rehundido botón de compensación de la exposición parece haber sido la víctima principal, dificultando bastante su uso natural.

Justo debajo de la excelente pantalla táctil LCD trasera principal de 3,2″, articulada de manera triaxial con una resolución de 2,36 millones de puntos, encontramos el segundo panel informativo OLED monocromo de 2,05″ y 256 x 64 puntos. Submonitor trasero que entendemos tiene el propósito de asistir en las sesiones de estudio en las que la cámara se encuentre fija en un trípode o anclada a un elemento similar, mostrando diferentes niveles de información de toma o el histograma en vivo sin ocupar espacio en la pantalla trasera principal.

No obstante, no podemos olvidar que en estudio, especialmente en fotografía de producto, sería muy habitual hacer tethering mediando entre cámara y ordenador a través de las diferentes opciones de conexión y software. En este aspecto la GFX 100 es compatible con los diferentes protocolos de Adobe y Capture One, Plug-in Pro de Lightroom y con Capture One Pro Fujifilm respectivamente.
En el otro extremo, fuera el estudio y cámara en mano, el visor electrónico de 5,76 millones de puntos y una alta tasa de refresco ofrece una calidad muy alta, pudiendo hacer ampliaciones de enfoque manual muy precisas.

Cerrando el apartado de diseño y manejo insistimos de nuevo en el acierto de integración con el grip en el cuerpo de cámara. Al ganar altura se presenta en la base del cuerpo el clásico módulo que aloja dos baterías, del tipo NP-T125 en esta GFX 100. Bajo una cifra oficial de 800 disparos con el ahorro de energía activado, en la práctica no hemos tenido que recurrir en ningún caso a cargas adicionales a mitad de trabajo, ya sea en la calle o en el estudio. Contamos además con las mismas opciones de consumo que el resto de modelos de la serie X y GFX de gama alta de Fujifilm, pudiendo optimizar recursos energéticos o priorizar sobre algunas de las funciones –tasa de refresco EVF, AF, etc.–.
Rendimiento y calidad de imagen
Se nos ocurren muchas cámaras idóneas para hacer fotos de calle, todas más pequeñas, livianas, discretas y unos cuantos miles de euros más baratas que esta imponente Fujifilm GFX 100. La lógica de sacar a pasear este equipo por las calles de Madrid se impone como ejercicio real para este primer test, usando intensamente la cámara en condiciones de luz natural, disparando siempre a pulso. Largas jornadas de trabajo con todo el material a cuestas para valorar desde la práctica las mejoras de ergonomía, diseño y manejo expuestas anteriormente.
En esta sección, mostramos unas cuantas tomas a resolución nativa realizadas con la Fujifilm GFX 100 y las ópticas Fujinon GF 45 mm f/2 R WR, Fujinon GF 110 mm f/2 R LM WR y Fujinon GF 250 mm f/4 R LM OIS WR. Elenco de objetivos que desarrollan unas distancias focales equivalentes de 36, 87 y 198 mm aproximadamente para el paso universal, respectivamente.
En combinación con el Fujinon GF 110 mm f/2, el nivel de contraste y nitidez conseguido es elevado. El bokeh es extraordinariamente suave en los diafragmas cercanos a las plenas aberturas, incluso cerrando dos o tres puntos más. No obstante cierto nivel de astigmatismo asomó en algunas de las imágenes en las esquinas y bordes de la imagen.
Atendiendo a la naturaleza del formato medio y concretamente al mayor tamaño físico del iris de cada valor de diafragma respecto a los usados en proporción para captores de menor tamaño, no podemos olvidar que la profundidad de campo es aquí crítica. Lejos de ser una desventaja, la estética que destilan estos enfoques selectivos tienen una estética asociada muy concreta.
En el extremo opuesto, cerrando a f/11 o f/16 –valores aún libres de difracción– con este “tele corto” obtenemos una altísima nitidez, exprimiendo bien cada pixel del sensor, incluso en una toma premeditadamente subexpuesta.
A la vista de esto, era lógico predecir aún mejores resultados en las muestras mejor iluminadas, que no representaron ningún dilema técnico para esta combinación de cámara y óptica, extrayendo toda la textura de nuestro sujeto.
Inmersos en esta “tercera carrera del megapíxel” que el sector tiene tanto empeño en imponer, frente a la exuberante resolución que ofrecen muchos equipos de formatos menores defendemos la elasticidad que ofrecen los archivos de formato medio digital en los procesos de revelado y edición digital.

La latitud es tan generosa en las muestras captadas con esta GFX 100 que en raras ocasiones necesitaremos hacer un ahorquillado de exposición, pudiendo recuperar toda la información oculta en las altas luces. Los archivos RAW se dejan tratar intensamente hasta los límites del sobreprocesado –como podemos ver en la propuesta de edición adjunta– sin apenas generar artefactos en la imagen.
Por su parte, el teleobjetivo más largo del catálogo de Fujifilm, el Fujinon GF 250 mm f/4, demostró un rápido y preciso AF, en sinergia con nuevo sensor con píxeles de detección de fase de la GFX 100.
De idéntica manera el doble sistema de estabilización –en óptica y en cuerpo de cámara– fue útil para componer de manera certera en el visor EVF y disparar sin trepidación. Sobre este tema quizás ya vaya siendo hora de revisar las cifras de “obturación segura” a pulso. Bajo nuestra experiencia con captores de 35 Mpx en adelante ya no es técnicamente válida la ecuación por la cual se establecía usar el mismo valor de obturación que distancia focal montada en cámara. Por ende, garantizar una imagen nítida a pulso a 1/250 de segundo a f/5 –un valor de diafragma con escasa profundidad de campo en formato medio– con un equipo de estas dimensiones y 100 Mpx de exigente resolución… es una buena noticia.
Terminamos este paseo repleto de detalles urbanos con una muestra cargada de color tomada a ISO 6400. Imagen además ligeramente subexpuesta en aras de forzar al sistema. Si bien no es el peor escenario que podríamos forzar a resolver, creemos que es más que suficiente para entender la capacidad del equipo en este apartado.
Como es norma para su tipología de cámara, es muy probable que los futuros usuarios de una GFX 100 jamás superen los 800/1600 ISO. Ya sea en campañas de publicidad o moda realizadas fuera o dentro del plató, con iluminación artificial o con luz ambiental, la Fujifilm GFX 100 se usará potencialmente bajo índices de sensibilidad bajos y moderados, exprimiendo al máximo su calidad.
Sesión de estudio con Clyde Archer
En busca de esa cota máxima de calidad cambiamos de contexto, nos desplazamos al estudio y escuela Fuera D campo donde la cámara pasa a manos del fotógrafo Fernando Marcos, colaborador habitual de este medio y experto en fotografía escenográfica. La sesión en plató, prevista en exclusiva con el bailarín Clyde Archer está a punto de comenzar.

Las siguientes tres imágenes se presentan pareadas, mostrando en primer término el archivo RAW original –convertido a JPEG con los valores por omisión–, seguido de la propuesta de edición del autor. Esta maquetación tiene una intención clara, mostrar el antes y el después de una imagen que pretende exprimir al máximo las capacidades de la cámara dentro de un entorno laboral real.

La sesión arranca con un esquema sencillo pero eficaz, basado en dos fuentes de luz y los moduladores convencionales. Las primeras imágenes seleccionadas muestran la nitidez del sistema y la elasticidad de edición en términos de latitud y contraste. La versión RAW detenta algo menos de contraste y una gama cromática ligeramente menos saturada.

Probando distintos ángulos y coberturas, Fernando monta la óptica más angular de las tres disponibles, el Fujinon GF 45 mm f/2 R WR. Una óptica que desarrolla una excelente nitidez en este contexto cerrando a f/8, separando fondo y figura sin hacer ninguna concesión al detalle del sujeto, registrado al milímetro.


Una de las grandes virtudes de este exceso de píxeles “de calidad” es la favorable capacidad de reencuadre de sus archivos. Mostramos original y propuesta de edición con un amplio recorte realizado en aras de cerrar una composición gráfica más favorable. El resultado final –imagen recortada– aguantaría cualquier salida impresa a gran formato.


Según avanza el tiempo la sesión se vuelve más compleja y orgánica. La luz continua se mezcla con golpes de flash, la música invade el plató y Clyde no para de bailar. Fernando, en su salsa, nos regala esta última imagen para recordarnos que la fotografía, antes que cualquier otro criterio técnico, es un lenguaje.

Comparado con…
Dada su carácter único –la primera cámara de formato medio sin espejo del mercado en sobrepasar los 100 Mpx de resolución–, es difícil comparar la Fujifilm GFX 100 con otros modelos.
Por supuesto, encontramos otras alternativas de formato medio que llegan a estas resolución –como las Hasselblad H6D-100c, también de 100 Mpx– o incluso que la superan –como la Phase One XF IQ4, de 150 Mpx–, pero ninguna de estas últimas sigue un esquema mirrorless, por lo que sus dimensiones son mucho más abultadas, lo que limita su uso a escenarios más controlados. Ello no significa que no puedan utilizarse en otras situaciones, pero la GFX 100 se desenvuelve mucho mejor gracias a su diseño.
Obviamente ninguna de estas cámaras son, por tamaño, peso y precio, las idóneas para hacer fotografía de calle. La propia compañía tiene ese territorio más que abonado las familias basadas en captores APS-C. Esas “otras situaciones”, aluden por lo tanto a posibles trabajo realizados fuera del estudio sin apoyo de iluminación artificial; retratos editoriales en localización, fotografía social, moda y publicidad e incluso determinados proyectos de fotografía documental.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que, a diferencia de los sensores de 100 Mpx de la competencia, Fujifilm ha optado por el mismo tamaño –44 x 33 mm aproximadamente– que los captores de 50 Mpx que equipan sus otros modelos, lo que resulta en un tamaño de píxel menor que las Hasselblad o Phase One anteriormente citadas. ¿Qué impacto tiene ello en la práctica? Por norma este menor tamaño afectaría a la latitud general –que en este equipo es especialmente generosa– y quizás una merma de calidad en la relación eñal/ruido en valores ISO elevados. Traducido a la práctica esto conllevaría un rendimiento menor a altas sensibilidades con una imagen algo más justa de latitud, aunque se impondría una prueba comparativa para poder evaluar de manera real cuánto ‘se pierde’ por usar este sensor más pequeño.
A colación del tamaño y sobre la obsesión de llamar a esta cámara Gran Formato desde el departamento de Fujifilm, nos vamos a permitir de manera elegante el lujo de no opinar, demasiadas concesiones técnicas se han hecho ya en la fotografía digital en pos del marketing, especialmente en esta ensalada de nombres referentes a los tamaños de captor.
Conclusiones
A nuestro entender, la GFX 100 supone una excelente alternativa en el segmento del formato medio. Una resolución de 100 Mpx en un cuerpo compacto, sin espejo, con una ergonomía y diseño que se alinean con las últimas tendencias, abren la puerta a una forma de acercarse a este tipo de fotografía que tradicionalmente se ha caracterizado por la exclusividad y unos precios prohibitivos para la mayoría de los bolsillos; incluso de los profesionales, que normalmente trabajan con equipos cedidos o alquilados.
En este sentido, el precio (mucho) más asequible de la Fujifilm GFX 100 –en torno a los 11.000 €– puede hacer replantear el posicionamiento de muchos fotógrafos profesionales –de moda o publicidad especialmente–, pero también de otros muchos fotógrafos que quieran aventurarse en otros escenarios que anteriormente no se habían planteado.
Tema aparte es si el precario bolsillo del fotógrafo profesional de este país aguanta ya más inversiones de equipo bajo una pauta de facturación anual menguante año tras año. No nos olvidemos de las codependencias tecnológicas que de manera sibilina se ocultan detrás de cada nuevo producto. A mayor resolución de archivo, mayor exigencia de procesado recaerá para los ordenadores dedicados a la edición, mayor será en consecuencia la capacidad necesaria en nuestros discos duros para hacer backups de nuestras sesiones, etc.
El mercado tiene bastante clara esta inercia y será cada persona, dentro de su contexto concreto, la que tendrá que actuar en consecuencia para establecer un criterio coherente al respecto. Un interesante asunto que merecería quizás un artículo de opinión completo.
En síntesis, hablando en términos estrictamente técnicos, la cámara Fujifilm GFX 100 nos parece una excelente opción profesional. Un equipo polivalente, capaz de afrontar múltiples situaciones laborales dentro y fuera del plató, a un precio muy favorable dentro del ecosistema de formato medio digital.